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Julio Poblesec 

¿Cómo se combate al narcotráfico?

A raíz del “triple crimen”, salió a la luz que Argentina ha comenzado a ocupar una posición cada vez más importante dentro del circuito de producción y distribución del narcotráfico. Para terminar con este flagelo, es imprescindible que se tomen medidas de fondo.

Para terminar con el narcotráfico la única salida es legalizar la producción y el consumo de drogas.

Para terminar con el narcotráfico la única salida es legalizar la producción y el consumo de drogas.

El narcotráfico es una de las actividades económicas más dinámicas y rentables del mundo. Mueve anualmente 600.000 millones de dólares, con márgenes de utilidad cercanos al 3.000%. En términos de rentabilidad, le disputa el primer puesto al petróleo o al tráfico de armas. El 90% de estas ganancias termina en los bolsillos de sus máximos empresarios, en su mayoría yanquis, quienes reinvierten en el negocio, en la banca y otras actividades financieras.

La mayor parte de estas colosales ganancias se deben justamente a su condición de ilegalidad. No pagan impuestos ni sufren ningún tipo de retención, y ocupan a millones de trabajadores en condiciones similares a la esclavitud. Sólo en Estados Unidos, 20 millones de trabajadores, el 25% de su mano de obra, está ocupada en trabajos ilegales, entre ellos, el narcotráfico. Estados Unidos no es sólo el mayor consumidor (35 millones de adictos, un octavo de su población). Es también el principal beneficiario de las multimillonarias ganancias del negocio.

Un producto directo de la crisis del sistema capitalista

El auge desmesurado del narcotráfico, junto a las burbujas financieras (inmensa cantidad de capitales que huyen de las ramas productivas en busca de operaciones especulativas más rentables), es consecuencia de la crisis crónica de la economía capitalista mundial iniciada en la década del 60, con picos cada vez más agudos y situaciones de emergencia como la que presenciamos en estos últimos días. Producto de la dramática situación a la que ha llevado el imperialismo a las economías de muchos países semicoloniales, la burguesía de estos países ven con buenos ojos la posibilidad de enriquecerse insertándose en el negocio del narcotráfico, de ganancia fácil y segura. En este marco debemos comprender el caso del “triple crimen”, y todos los que están saliendo a la luz, como los funcionarios, farmacéuticos y droguerías que participan en el negocio de la efedrina, entre otros. Esto, sumado a las facilidades que existen en Argentina, que ni siquiera tiene radares suficientes para detectar el contrabando que fluye por muchos de los 1.500 aeropuertos privados, nos indica que el flagelo del narcotráfico nos ha llegado para quedarse y profundizarse, si no se toman medidas radicales para detenerlo.

¿Despenalización o legalización ?

Recientemente el gobierno anunció la posibilidad de despenalizar la tenencia de drogas para consumo personal, como forma de “sacar a los usuarios de drogas del sistema penal para llevarlos al sistema de salud y contención social” (Clarín, 16/03).

Esto es poco menos que nada. ¿Acaso esta medida evitará que muchos de nuestros jóvenes recurran al robo para conseguir un “paco” o acceder a drogas de mejor calidad con precios exorbitantes? ¿Garantizará su salud y atención médica? ¿Alejará de Argentina a los carteles mexicanos? ¿Impedirá que funcionarios corruptos y pequeños “empresarios” desesperados por ascender en la pirámide social se sumen a este negocio? Indudablemente, no. Por el contrario, sólo se estaría blanqueando una situación que ya ocurre desde hace tiempo, sin afectar su aspecto más brutal, las causas por las cuales se desarrolla, sembrando de asesinatos y vandalismo cada tramo de su cadena de comercialización.

En cambio, lo que corresponde hacer ante este flagelo, es quitarle todo aquello que lo fomenta al promover sus gigantescos sobreprecios, justamente por tratarse de una actividad delictiva. En los países del Tercer Mundo, especialmente México, Colombia y Argentina, la única salida es legalizar su producción y consumo. Del mismo modo que el tabaco o el alcohol que, como las estadísticas demuestran, causan mucho más muertes que las drogas.

Desde luego, no estamos a favor de la drogadicción. Pero somos consientes de la imposibilidad de erradicarlas, hasta tanto se solucione la causa fundamental por la cual muchos caen en la necesidad de “evadirse”, al menos “virtualmente”, del sufrimiento, la alienación y la miseria a la que son arrastrados por la crudeza despiadada del actual sistema capitalista. Existen antecedentes en la historia que muestran que sólo una sociedad justa, gobernada por los trabajadores y el pueblo, en marcha hacia el socialismo, puede terminar con la adicción a las drogas. Es lo que ocurrió en China inmediatamente después de la Revolución de 1949. Hasta ese momento, los trabajadores y campesinos de ese país consumían habitualmente opio en forma desmedida. Esta adicción había sido promovida por el imperialismo inglés un siglo antes. Un año después de la revolución, el problema fue erradicado, al mejorar las condiciones de trabajo, dándole esperanzas a la población de una mejor calidad de vida. Al contrario, una prueba extrema de lo que se logra con la prohibición y la represión, ocurrió en Estados Unidos, cuando en 1919 impusieron la “ley seca” que prohibía las bebidas alcohólicas. Esto no hizo más que aumentar su consumo, y dar pie al nacimiento de las peores mafias (ver recuadro).

Por otra parte, existen innumerables investigaciones y propuestas, que incluso emanan desde las propias filas del capitalismo, entre las que se encuentran las de la revista británica The Economist y del Premio Nobel de Economía Milton Fridman, que plantean la legalización como medio para terminar con las mafias y sus crímenes, reducir el consumo, y disminuir las muertes y hospitalizaciones por motivos de droga. La legalización privaría a los narcos de las jugosas utilidades que hoy tienen, imponiéndoles fuertes impuestos y retenciones, y permitiendo que se puedan adquirir drogas a precios razonables, disminuyendo así la violencia a la que deben recurrir muchos adictos. Simultáneamente, las obras sociales deberían incluir el tratamiento contra las adicciones en sus coberturas. Todo esto, bajo un estricto control estatal, que asuma dicho tratamiento como una cuestión de salud pública. La producción y el mercado estarían sujetos a las regulaciones de los países consumidores y productores, y se ahorraría el alto costo económico, social y político de la prohibición y la represión.


¿Qué fue la “Ley Seca”?

Un claro ejemplo de lo que no debe hacerse frente a la droga y del rotundo fracaso y efectos adversos de las medidas represivas y prohibicionistas que muchos proponen, es el caso de la Ley Nacional de Prohibición del Alcohol -la famosa “Ley Seca”-, promulgada en Estados Unidos en 1919. Andrew Volstead, el diputado que la presentó ante la Cámara de Representantes, proclamó que con esta ley “se cerrarán para siempre las puertas del infierno”. En lugar de ello, no sólo no se produjo la reducción del consumo, sino que aumentó considerablemente el número de muertes por alcoholismo, se desató la más terrible corrupción, el contrabando, comenzaron a aparecer muertos por envenenamiento por alcohol frente a alambiques clandestinos. Y nacieron las peores mafias conocidas, que se enfrentaban entre ellas, mataban y amedrentaban por doquier. Uno de cuyos líderes fue el tristemente célebre Al Capone. Recién en febrero de 1933, cuando finalmente fue derogada, lograron terminar con ese desastre.


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