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José Castillo

¿Hacia una recesión mundial?

La semana pasada Estados Unidos tuvo que proceder a “rescatar” las dos más grandes agencias hipotecarias del país. Esta semana comenzó con la quiebra de Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión yanqui, que arrastró a la baja todas las bolsas mundiales.Y la Reserva Federal aportó 85.000 millones de dólares para intentar salvar de la quiebra al gigante de seguros AIG. Estados Unidos y Europa ya están en recesión abierta ¿Quién va a pagar el estropicio?

¿Se trata de la crisis más grande desde 1929? No es cuestión de hacer comparaciones. Quizás sea más grande que el derrumbe de Wall Street de 1987. O que la caída asiática de 1997. Que podamos hacer tantas comparaciones, y que discutamos a cuál “se parece más la crisis actual”, sólo nos asegura una cosa: el capitalismo mundial vive, por lo menos desde hace 40 años, de estallido en estallido. Por supuesto que siempre, entre uno y otro, hubo economistas “estrellas” que quisieron vendernos el nuevo paraíso, donde, “ahora sí”, se había recompuesto la economía global y comenzaba un ciclo largo de crecimiento.

Pasó en los ´90, cuando se hablaba de la “nueva economía” basada en las empresas de Internet. Y volvió a pasar después del 2002, donde el corto ciclo de crecimiento económico mundial, que hoy nadie discute, estuvo montado en la formación de una descomunal burbuja especulativa, dio letra para que se “teorizara” sobre la salud de la economía mundial, que crecería al compás de la China y la India, lubricada por los negocios financieros de las grandes pulpos yanquis. ¡Qué paradoja! Desde marzo a esta parte, de las cinco grandes inversoras de Wall Street, sólo quedan dos, Goldman Sachs y Morgan Stanley. En marzo, tuvieron que rescatar (y vender por monedas) a Bear Stearns.

Este fin de semana, el Bank of América también adquirió a precio de remate a Merrill Lynch (que si no desaparecía). La otra, Lehman Brothers, no tuvo tanta suerte: las imágenes recorren el mundo mostrando a sus empleados vaciando escritorios ante la quiebra de una de las firmas financieras más “sólidas” del capitalismo yanqui, con 158 años de existencia, que había sobrevivido a la Guerra Civil, a la Crisis del ´30 y a las desastres recurrentes de las décadas del´80 y ´90 del siglo XX.

Pero nada parece terminar acá: los principales diarios financieros del mundo están abarrotados de datos donde, cual ruleta rusa, todos apuestan a quien será la próxima víctima. Lo único seguro es que cada uno de estos cimbronazos se lleva puesto miles de puestos de trabajo, la recesión ya es un hecho en los Estados Unidos y Europa, y acecha peligrosamente a los países del Tercer Mundo.

Hace más de un año…

En junio de 2007 aparecieron las primeras sospechas. Y en el mes de julio se derrumbó todo. Explotaba así la llamada “burbuja de las hipotecas sub-prime”, un fenomenal negocio inmobiliario que había sostenido ficticiamente la prosperidad yanqui durante cinco años. Los norteamericanos tenían déficit fiscal (el estado gastaba más de lo que recaudaba), déficit comercial (importaban mucho más que lo que exportaban) y familias y empresas estaban terriblemente sobre-endeudadas. Nada de eso importaba. Se podía seguir “comprando”, especialmente viviendas, porque había crédito. Se montaban hipotecas sobre hipotecas, después estos “activos bancarios” se vendían, y con ese dinero se invertía en acciones, bonos y otros instrumentos financieros.

Todo ese castillo de naipes se vino abajo, y ya en agosto de 2007 “se descubrió” que no era sólo una crisis yanqui, sino que estaban involucrados también innumerables bancos europeos.

Ahí empezó el rescate: la Reserva Federal, los Bancos Centrales europeo, japonés y canadiense; después el propio gobierno de los Estados Unidos a través de la Secretaría del Tesoro, empezaron a tirar centenares de miles de millones de dólares para salir a “salvar” ina los que se caían, y evitar que la onda expansiva continuara. No lo lograron: en enero de este año ya era claro que la crisis continuaba, y empezaba a afectar también la economía real yanqui primero (con datos fuertes sobre recesión y desempleo, y ni que hablar de hipotecas impagas y pérdidas de viviendas para miles de trabajadores). Pronto nos enteramos que Europa también entraba en recesión. En marzo vino el ya citado rescate de Bear Stearns. Y hace una semana, las dos agencias hipotecarias más grandes de los Estados Unidos (Fannie Mae y Freddie Mac) tuvieron que ser virtualmente “rescatadas”.

Pero pasó menos de siete días, y otra vez estalló todo, como citamos al comienzo de esta nota. ¿Dónde termina esto? Es la pregunta desesperada de muchísimos expertos de las finanzas mundiales, que pasaron de asesores “estrellas” a desconcertados sin receta.

La verdad es que, como ya muchos denunciaron, no se sabe a cuánto ascienden las pérdidas financieras por la crisis abierta hace un año. Algunos pronostican un billón de dólares y aún más. Ya se han “blanqueado” 600.000 millones de quebrantos, pero nadie sabe en que bancos están escondiendo las que faltan. Por eso las sospechas aumentan.

Se agrava la crisis capitalista

El fin de la especulación con las hipotecas hizo que cientos de miles de millones de dólares salieran a buscar un nuevo “nicho” especulativo. Así se asentaron en las bolsas que cotizan materias primas, provocando alzas, sin ningún tipo de justificación en la economía real, impresionantes en el petróleo, la soja, el trigo, el maíz y el arroz. Esto, que fue gran negocio para algunos monopolios de esos rubros -e incluso le permitió a algunos países dependientes “zafar” de lo más duro de la crisis- generó como contrapartida una fenomenal alza de la inflación mundial, que sumió en la miseria a pueblos enteros, generando incluso en los últimos meses verdaderas “rebeliones por hambre” en varios países.

Pero ahora, con una crisis que arrecia, cada vez “sobra” menos plata para invertirla en nuevos juegos especulativos. Los pulpos de Wall Street necesitan hasta el último centavo para cubrirse de las innumerables pérdidas que las caídas en dominó están generando. Por eso los fondos huyen del Tercer Mundo. Los países de esta parte del planeta ya no consiguen financiamiento, salvo a tasas siderales. Nadie, en este caos, puede afirmar adonde llegará esta crisis de la economía capitalista imperialista. Pero lo cierto es que abre nuevamente la posibilidad de que vayamos a una recesión mundial, de características imprevisibles.


Fannie y Freddie: ¿salvataje a quién?

La semana pasada el gobierno de Bush salió a salvar a Fannie Mae y Freddie Mac. Puso 200.000 millones de dólares (prácticamente un PBI entero de la Argentina) para rescatar a los banqueros que hundieron a las dos mayores agencias hipotecarias de los Estados Unidos. Muchos hablaron de “estatización”. ¡Mentira! Lo que hubo fue un “salvataje” estatal de las pérdidas de los especuladores.


La otra cara de la crisis: 850 millones de pobres

Ya es imposible calcular cuánto dinero se ha tirado para rescatar a los pulpos especuladores. Se asevera que supera los 500.000 millones de dólares. Y da toda la sensación que todavía no alcanza. Como siempre, una vez más, los privilegiados de siempre, que se enriquecen “arriesgando” en la timba especulativa, cuando pierden salen a buscar quien les socialice los quebrantos. Y el FMI, los bancos centrales y los gobiernos imperialistas, “recomiendan” ayudarlos, para sostener la “estabilidad del sistema”. Al mismo tiempo, cínicamente, las grandes firmas anuncian planes de ajuste, con miles de despidos, pidiendo “comprensión a los trabajadores”. Blanco sobre negro: para los multimillonarios, “el rescate”; para los trabajadores, la calle y la miseria. Para muchos en Estados Unidos y Europa es la pesadilla de quedarse sin salario, sin vivienda y sin seguro médico. Para otros, en esos mismos países, el horror de perder incluso sus superexplotados trabajos en negro y el fantasma de la deportación. Para nuestros pueblos del Tercer Mundo, el fantasma del ajuste porque se “acabó la bonanza mundial”. Mientras tanto, para más de 850 millones de habitantes de este planeta, directamente el hambre. Los trabajadores y los pueblos del mundo tenemos que luchar para que esta nueva crisis, que nosotros no generamos, no caiga sobre nuestras espaldas. Es la pelea que se viene.


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