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Mercedes Petit

Hace 56 años era derrotado un equipo de fútbol nazi

El “juego de la muerte”

El 9 de agosto de 1942, en Kiev ocupada por los nazis, jugadores famélicos, varios del legendario Dínamo, le ganaron a un robusto equipo ligado a Lutwaffe alemana. Fueron castigados, algunos con la muerte, pero su heroísmo alimentó la resistencia y entró en la historia.

Monumento en honor a los jugadores asesinados, a la entrada del estadio del Dínamo en Kiev

Monumento en honor a los jugadores asesinados, a la entrada del estadio del Dínamo en Kiev

En la Unión Soviética se alentaba el deporte, y era popular el fútbol. En 1934 Kiev se transformó en la capital de Ucrania. Su célebre Dínamo ya disputaba los primeros lugares del campeonato de la URSS. En 1935 fue contratado por el club el arquero Nikolai Trusevich.

La negra noche del nazismo

El 21 de junio de 1941, los ejércitos de Hitler iniciaron la invasión a la URSS. El pueblo soviético fue tomado por completo de sorpresa e indefenso. El dictador Stalin había firmado un infame «pacto de no agresión» con Hitler en agosto del año anterior. Los nazis avanzaron casi sin obstáculos. En menos de un mes se hicieron de más de un millón de prisioneros, arrasando con todo, y se acercaron unos 300 kilómetros de Moscú. El 23 de junio, como gran parte de la población de Kiev, Trusevich se presentó como voluntario al ejército. Le respondieron que no hacía falta, que todo estaba bajo control…

En julio, comenzó la evacuación de parte de población civil de Kiev. Uno de los centros del operativo fue el estadio del Dínamo. Tres jugadores (Trusevich, Makhinya y Kuzmenko), fueron admitidos finalmente en el ejército; otros permanecieron en la ciudad. Pese a la lucha feroz del 37º Ejército Rojo, de milicianos y guerrilleros, el 19 de septiembre los nazis habían ocupada la capital ucraniana, que se transformó en una ciudad hambrienta y esclavizada, con gran parte de su población encarcelada en prisiones y campos de trabajos forzados.

Los alemanes hicieron prisioneros 630 mil soldados (cuando la cantidad total que participó en la batalla fue de 677 mil). Trusevich fue apresado y enviado a Darnitsa, un campo de concentración. Aisladamente, se producían acciones de la resistencia. En noviembre, los nazis dispusieron que se fusilarían 100 ucranianos por cada soldado alemán caído. Al mismo tiempo, muchos de los habitantes de los campos de concentración fueron pasados al trabajo forzado. Así, quedaron libres Trusevich, Klimenko, Kuzmenko, Makhinya, Makar Goncharenko y otros jugadores del Dínamo.

Jugándose la vida

Los nazis se volcaron rápidamente a reestablecer la infraestructura industrial local. Así retomó el funcionamiento la Panadería Nº 3, que era en realidad una gran fábrica, en la cual 300 trabajadores producían diariamente más de 50 toneladas de distintas variantes de pan. Pusieron al frente a un checo, Josef Kordik, que vivía en Kiev desde la primera guerra. Había peleado para los alemanes y se sumó a los ocupantes. De todos modos, no abandonó su amor a los deportes y su profundo fanatismo por el Dínamo.

Un día se encontró por la calle con el arquero Trusevich, que hecho un despojo sobrevivía como podía. Y lo llevó a trabajar a la panadería. Este se encontró con que allí trabajaban numerosos deportistas, protegidos por Kordik. Y este puso en práctica un sueño que tenía oculto. En la primavera de 1942, Trusevich comenzó a buscar a sus antiguos compañeros. Así, se reunieron los sobrevivientes que permanecían en la ciudad, como Goncharenko, Kuzmenko, Sviridovsky y otros. Shchegotsky había logrado salir de la ciudad y peleaba en el Ejército Rojo, así como Makhinya; Yatchmennnikov había muerto en los campos; Lazar Kogen había sido fusilado por judío, y Burdukov había desaparecido. También encontraron a tres jugadores de su rival, el Lokomotiv. Todo un grupo de limpieza externa de la fábrica eran jugadores de fútbol, y desde las ventanas recibían la solidaridad de sus compañeros que les tiraban panes, aún arriesgando la vida si los veían los nazis.

La situación era muy difícil. Los alemanes estaban a 20 kilómetros de Moscú. Centenares de miles de soviéticos eran enviados al trabajo forzado, y a morir, a Alemania. En Kiev, la población resistía como podía. Y los nazis intentaban la “normalización” de la capital. Así surgió la idea de reestablecer eventos deportivos, para lograr disminuir la hostilidad de los habitantes. Se formó un equipo de fútbol, el Rukh, con jugadores de segunda línea y pronazis, en cuya hinchada casi no participaban ucranianos. Ninguno de los trabajadores de la panadería aceptó sumarse. Kordik logró que las autoridades reabrieran el campeonato local. Con Trusevich al frente, los demás jugadores del Dínamo, y varios del Lokomotiv, se formó el F.C. Start.

El 7 de junio comenzó el torneo. Como un milagro, apareció una caja con camisetas rojas. A pesar del debilísimo estado físico de sus integrantes, el F.C. Start venció al Rukh 7 a 2. Luego, en su nuevo estadio, el Zenit, que había sido inaugurado el fatídico 21 de junio de 1941, vencieron a un equipo húngaro, 6 a 2, y pocos días después, a uno rumano, 11 a 0. Un aire nuevo comenzó a soplar. Aunque la entrada era muy cara, una multitud de pobladores de Kiev colmaba las tribunas para alentar al F.C.Start.

El 17 de julio el Start enfrentó por primera vez un equipo alemán. Lo derrotó 6 a 0… y culminó sus victorias el 26 de julio derrotando por segunda vez a otro equipo húngaro. Eso colmó la paciencia del ocupante.

El 6 de agosto se jugó un partido entre el Start y el Flakelf, equipo integrado por varios pilotos de la Lutwaffe, y que pretendía compartir la “invencibilidad” de la aviación nazi. Los diarios le daban sus titulares, la ciudad estaba pendiente. Ganó el Start 5 a 1. No quedaron noticias o informes oficiales. Y de inmediato se anunció una revancha para tres días después. Mal alimentados y cansados, los jugadores del Start podrían ser derrotados.

El partido se hizo en un clima de tensión, con tropas de la Wehrmacht ocupando el estadio. El árbitro era un oficial de la SS, que ordenó a los ucranianos que comenzaran con el saludo nazi. Cuando se alzaron los once brazos, se escuchó el grito «¡Cultura física!», tradicional en los encuentros deportivos de la Unión Soviética. El Start venció 5 a 3.

Si al comienzo de la guerra esos hombres del Dínamo eran héroes del fútbol, se habían convertido en símbolo y motor de la resistencia al nazismo. Poco después, fueron todos detenidos y torturados brutalmente. Uno de ellos, Nicolai Korotkykh, que figuraba como oficial de la NKVD, murió a los 21 días. Los demás fueron al campo de Siretz. Como los demás prisioneros, eran sometidos a castigos físicos y no recibían casi alimento.

El 24 de febrero de 1943, como represalia a una de las cada vez más frecuentes acciones de sabotaje, entre otros prisioneros fueron fusilados Iván Kuzmenko, Alexei Klimenko y Trusevich. Uno de los pocos sobrevivientes, Makar Goncharenko, relató en 1992 que, usando los andrajos de su camiseta roja y negra, el legendario arquero alcanzó a gritar, antes de caer, «el deporte rojo nunca morirá». El día anterior, se había logrado la histórica victoria soviética de Stalingrado. El principio del fin del nazismo estaba en marcha.


Se hicieron leyenda

Futebol y Guerra

Portada del libro sobre esta hazaña

El 6 de noviembre de 1943 fue liberada Kiev. Apenas había 80.000 sobrevivientes (había algo más de 400.000 habitantes en 1941). Y comenzó a hablarse del «juego de la muerte» y sus heroicos protagonistas. La represión impuesta por la dictadura estalinista incluyó la persecución a pobladores de las zonas que habían sido ocupadas, y mucho más a quienes habían sobrevivido al trabajo forzado en Alemania. Los pocos protagonistas directos de la hazaña del Stuart que sobrevivieron fueron obligados a guardar silencio. Se fue instalando boca a boca que los once jugadores habían sido fusilados luego del partido. Así lo recordó, por ejemplo, el escritor Eduardo Galeano*.

En 1971 fueron reivindicados en Ucrania estos héroes en la Unión Soviética y de la lucha contra el nazismo, aunque oficialmente se los siguió ignorando e incluso denigrando. En la entrada del estadio Zenit del Dínamo hay desde entonces un monumento en piedra que recuerda a los cuatro jugadores asesinados**.

Nunca como en esa hazaña, el fútbol fue el «reino de la lealtad humana ejercida al aire libre». La definición es del revolucionario marxista italiano Antonio Gramsci, preso en las cárceles fascistas, y la recuerda Galeano en su libro.

 

* Eduardo Galeano: El fútbol a sol y sombra. América Latina, Montevideo.

** El periodista escocés Andy Dougan hizo una minuciosa investigación, publicada en 2001, que reconstruye aquellos hechos. En 1992, Makar Goncharenko, último sobreviviente, contó detalladamente aquella hazaña, 50 años después. Los datos están tomados de Futebol & Guerra, la edición en portugués del libro de Dougan.


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