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Los Kirchner…

Al compás del Perito Moreno

Fueron muchas las rupturas en estos días. La más impactante y fuera de estación, culpa del calentamiento global, fue la del glaciar Perito Moreno, desparramando imágenes de hielo ante el estupor de miles de televidentes. Pero hubo otras y muy sobresalientes.

Como si el gobierno atrajera como un imán los rituales de la naturaleza, las grietas y fisuras invadieron el gabinete nacional, cruzaron el Parlamento y llegaron hasta la propia CGT. Ya no como una postal, sino como cuadro trágico para la familia que circunstancialmente reside en la Rosada. Y no “porque se están reproduciendo como gatos”, como saben decir los caciques peronistas emulando a Perón, sino por la brutal crisis que los embarga.

El gobierno logró ganar la votación en Diputados por las retenciones móviles. Pero lo hizo con los votos de 6 radicales K, 5 diputados del Frente Cívico y Social de Santiago del Estero, 4 del Encuentro Popular y tres aliados: Borocotó, Bonasso y un misionero. Más que fortaleza, prueba de su pasmosa debilidad.

No se sabe qué pasará en Senadores. Aunque se vote favorablemente el proyecto del gobierno, la crisis seguirá, ya que el conflicto de los pequeños productores quedará lejos de solucionarse. Además, porque tras sus reclamos, se colaron otros pendientes, en especial contra la inflación y los bajos salarios.

La protesta agraria ya había alineado a Schiaretti, Das Neves, Busti y Reutemann. Ahora se le sumó Solá y otros políticos del peronismo. El ex gobernador bonaerense y ahora diputado, dijo en la sesión en Diputados: “No tenemos una política agropecuaria, en un país que puede producir alimentos para 380 millones de personas. Voy a votar en contra”. Una bala anti-lealtad que desafió el verticalismo oficial. “Traidor, hijo de puta”, le dijo desde una banca más atrás el ultra-kirchnerista Carlos Kunkel. Algo que meses atrás era imposible registrar.

Con aprietes, rumores de coimas y canje de votos por alguna promesa de dinero u obra pública, el kirchnerismo zafó y de la misma forma se prepara en Senadores. Pero sólo pisó una pequeña tabla de salvación en medio de un océano.

El gobierno no puede retomar su iniciativa. Quiere terminar con el conflicto agrario para volver al Acuerdo del Bicentenario. Pero se muerde su propia cola. Su modelo sojero y de concentración de la tierra no hace más que enervar a los pueblos del interior. Dicen que tiene previsto cambios en el gabinete, pero no lo van a anunciar ahora para que no se vean como consecuencia de la actual puja. Encima, los actos de Cristina ya se cobraron la vida de dos militantes. Una, la del joven tucumano llevado a Plaza de Mayo bajo la promesa de trabajo y por 200 pesos. La otra, la de un ex ferroviario que añoraba volver a los talleres de Tafí Viejo (ver página 2), anhelos que sólo brillan en los discursos de los Kirchner. Un chacarero dijo al respecto: “si el gobierno no puede garantizar un palco, menos puede conducir los destinos del país”.

La división llegó a la CGT. La billetera no alcanzó para alinear a Barrionuevo. El gastronómico se ofrece para ser la burocracia de recambio (ver páginas centrales). Aunque traccione a sindicatos chicos y no sea una nueva central, se ha transformado en otro dolor de cabeza para Cristina. Más aún si sabemos que cada realineamiento sindical por arriba, puede ser aprovechado desde abajo por los que luchan para hacer sentir con más fuerza sus reclamos.

Economía: de tibia a fría

La división en las patronales y sectores de la burguesía trajo consecuencias en el modelo económico. Todos venían alineados tras la devaluación, subsidios millonarios y los ventajas generadas por los altos precios de la soja y materias primas. Todos se beneficiaron desde que los salarios tocaron piso en 2002 y nunca se recuperaron totalmente. Pero a fines de 2007 se avizoraron síntomas claros de desaceleración. El crecimiento real del año pasado no fue el anunciado 8%, sino el 6. La pobreza volvió a aumentar llegando a afectar a 13 millones de argentinos. El propio gobierno tuvo que reconocer que dejó de crecer el empleo. Todo minado por una alta inflación que viene tomando vuelo desde mucho antes de la crisis agraria.

A su vez, empezó una crisis económica mundial que, entre otras cosas, le terminó de cerrar al país el acceso al crédito. Ahora para pagar los vencimientos de deuda hay que recurrir a la plata del superávit, o a las reservas del Banco Central.

Economistas que se distanciaron del kirchnerismo hablan de “estanflación” (estancamiento con inflación). Marcelo Lascano, fundador del Grupo Fénix, quien se alejó del gobierno -según dijo, porque “no quiere quedar pegado”-, señaló que aquél ataca al campo pero no habla de la oligarquía bancaria, de la reforma tributaria y “con el planteo energético equivocado estamos perdiendo 10.000 millones de dólares por año” (Crítica, 5-07).

Al día de hoy, todos los indicadores dan para abajo. La facturación en los supermercados y shoppings bajó en promedio un 30%. Desapareció el sistema de cuotas sin intereses con tarjetas de crédito. En el interior, la cadena de pagos está seriamente afectada. A principios de año, en Expoagro, se habían negociado montones de compras de maquinaria agrícola que fracasaron. Las reservas para el turismo de vacaciones de invierno sólo llega al 30% de su capacidad.

Con la crisis del campo, los pequeños ahorristas empezaron a retirar los depósitos y a comprar dólares. Los bancos aumentaron sus tasas de interés para retener depósitos que se iban al dólar y, por supuesto, el crédito casi desapareció. Pararon así esta minicorrida, aumentando la tasa de interés (al 15-18%). Como el dólar bajó (receta aconsejada por el FMI), se abrió un espacio para la “bicicleta” financiera: se venden dólares, compran pesos y así se obtiene una rentabilidad superior a la de cualquier otro país del mundo. Luego volverán al dólar con la diferencia y fugarán capitales. Ya se dice que en estos meses se “fueron” del país 8.000 millones de dólares.

El Banco Central puso casi 4.000 millones de dólares de reservas para mantener el dólar. E incluso lo bajó para “castigar a los especuladores” (y a los del campo). La moneda yanqui está tan barata que ya empieza a generar roces con los industriales (se enojó la UIA) y hay productos importados que ya salen más baratos que los de industria nacional, como en la época de Menem. Por ahora, el Banco Central sigue teniendo 47.000 millones de dólares para amortiguar la situación. Pero las luces rojas siguen encendidas.

Como todos los años, estamos al borde del colapso energético. Por ahora el gobierno se salvó porque, calentamiento global mediante, a un año de la “nevada del siglo”, estamos con clima de verano. Pero si llegan a aparecer dos semanas de frío intenso vamos a estar al borde de quedarnos sin luz y sin gas. El gobierno zafa “bombeando” gas licuado desde un barco emplazado en el puerto de Bahía Blanca y con Enarsa pagando millonadas para traer gas de Bolivia. Todo generando miles de millones de dólares que el Estado sostiene en subsidios. Para evitar este colapso energético y hacer frente a nuevos vencimientos de deuda externa, los Kirchner tienen que acudir a fondos de los jubilados y otros recursos, además del superávit. Ya no hay financiamiento, salvo lo que presta Venezuela, y caro. Las inversiones extranjeras -incluido el repudiado tren bala- están paradas a la espera de que se “resuelva” el tema del campo. Los europeos insisten en que para renegociar la deuda con el Club de Paris, primero hay que pasar por el Fondo Monetario. Incluso reclaman por los bonistas que se quedaron fuera del canje. Por eso vino Shannon para respaldar al gobierno en una futura negociación. Mientras, el mal de los males que aqueja a millones sigue siendo la feroz inflación, lo que seguirá generando luchas salariales que todavía no se han visto con todo su despliegue.

Está demostrado que no hay un modelo de acumulación, crecimiento y redistribución de la riqueza. Sea con estabilidad o inflación, siempre pierden los de abajo. Por eso hace falta otro modelo (ver Editorial) para terminar con la sumisión a las patronales, multinacionales, banqueros y al imperialismo que implementa el peronismo.

Los próximos desafíos

El gobierno trasladó la protesta agraria al Congreso. Lo que fue un primer paso -ya que los Kirchner querían aplicar las retenciones por decreto-, se transformó en una trampa. Por eso el traspaso institucional fue saludado por el emisario de Bush, recibido por Cristina en la Rosada.

Cuando había que desentrañar y denunciar la maniobra, las entidades patronales del campo desmovilizaron, levantaron la protesta y llamaron a confiar en el parlamento. El abrazo de Buzzi, presidente de la Federación Agraria, con el jefe de la bancada kirchnerista y gestor del proyecto oficial, Agustín Rossi, fue una clara demostración. Ya en el fragor de los más de cien días de conflicto la Mesa de Enlace quería levantar y no podía por el clamor de los pequeños productores y autoconvocados.

El conflicto entró en otro momento. Lamentablemente la Federación Agraria no se diferencia de la Sociedad Rural, se niega a levantar su programa histórico y nunca llamó a unir la lucha con los trabajadores. Ahora las cuatro entidades llamaron a marchar este martes. No les quedaba otra para tratar de revertir una decisión adversa en Senadores.

El gobierno también contó a favor con que en estos meses no hubo una gran lucha o huelga de trabajadores que empalmara con los pequeños productores. Y las que hubo y hay, son sistemáticamente boicoteadas por la traición de la CGT y CTA. A su vez, la oposición burguesa (Carrió, Duhalde, PJ, UCR y Macri) coincide con los pilares del modelo kirchnerista: quiere llevar todo a la vía parlamentaria y sus críticas electoralistas sólo tienen como fin las elecciones del año que viene. Otro tanto ocurre con la centroizquierda (ex ARI, Solidaridad e Igualdad y Propuesta Sur de Claudio Lozano y Pino Solanas), que hasta último momento “dudó” entre apoyar el dictamen del gobierno u oponerse en Diputados.

En la actual coyuntura política, es necesario seguir apoyando a los pequeños productores contra Cristina y la oligarquía. Llamando a la clase obrera a enfrentar el pacto traidor de las conducciones sindicales, sean del color que sean, saliendo a luchar por un aumento salarial de emergencia y reabrir las paritarias; luchando por un modelo alternativo al servicio de los trabajadores y el pueblo. Mientras tanto, es necesario confluir entre los luchadores y la izquierda en una nueva herramienta política. Alternativa que no se construirá “mezclándose” acríticamente con las entidades del campo, como hacen la CCC y el MST, sino levantando un claro e independiente programa de apoyo a los pequeños productores en unidad con la clase trabajadora. Tampoco se construirá con un “abstencionismo” sectario, diciendo que no se está con nadie, para terminar siendo funcionales al gobierno como lo hacen PO, PTS y MAS.

Para construir esa herramienta -ahora que empieza la debacle de los Kirchner y se abre la pelea por quién capitaliza políticamente-, es que ponemos todo el esfuerzo militante de Izquierda Socialista. Sumarse a nuestro partido es fortalecer este camino en los próximos meses.


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