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José Castillo

¿Por qué volvió el conflicto del “campo”?

Se fue Lousteau, pero no se solucionó nada. Después de la”tregua” de un mes, el gobierno no aportó ninguna propuesta que atienda los reclamos de los pequeños productores. Demagógicamente sigue hablando “contra la oligarquía”, pero su modelo económico favorece la concentración

Las marchas de protestan se suceden a lo largo y ancho del país

Las marchas de protestan se suceden a lo largo y ancho del país

Otra vez miles de pequeños productores se instalan a la vera de las rutas del país, haciendo sentir su reclamo. El conflicto anterior había durado 21 días. Luego vinieron los 30 días de tregua. Durante los primeros, del lado oficial había silencio o acusaciones a los productores de ser los promotores de todos los males de la Argentina. Luego empezaron las reuniones donde se prometía una cosa, para luego desdecirla al día siguiente. En el medio de todo esto “voló” Lousteau. A horas del vencimiento del fin de la tregua, Alberto Fernández reconoció que el aumento de las retenciones había sido un “error” y prometió revisarlas… para un par de horas después negar que había sostenido semejante cosa. Estas idas y venidas son una demostración del grado de confusión y debilidad que reina al interior del propio gobierno, puesto contra las cuerdas por la magnitud del conflicto.

No se tocó ningún poder monopólico

Recorriendo las distintas promesas de los funcionarios en estos días, al final no ha aparecido nada que dé respuesta a los planteos de los pequeños productores. Por el contrario, lo poco que se pudo sacar en claro del caótico y contradictorio planteo del gobierno, es que iba a favorecer aún más la concentración de la tierra y la riqueza. Se discutía el trigo, la leche, pero siempre quedaba todo en el aire, salvo aquello que favorecía al grupo concentrado del sector. Lo que se llevó todas las palmas, fue la propuesta de crear un organismo regulador de precios, como la Junta Nacional de Granos… pero al revés. Se disponía que la venta de todo el trigo debía hacerse a las multinacionales Dreyfus y Cargill, éstas debían definir el precio a pagar, y luego se lo vendían a los molinos harineros a precios subsidiados por el Estado: una especie de Junta Nacional de Granos “privada”.

El gobierno denuncia a la “oligarquía” por desabastecimiento. Sin embargo no tocó a ninguno de los intereses monopólicos que están en la formación de precios. Al contrario, eran los pequeños productores los acusados de promover la carestía y se los amenazaba con la ley de abastecimiento. Mientras tanto, ellos se encargaron de demostrar que el tambero cobra 0,83 centavos por litro de leche, mientras los monopolios del sector la colocan en el mercado a 2,60; el pequeño criador recibía por el kilo de hacienda 3,50 pesos pero este llegaba a la góndola, tras pasar por la mano monopolizadora de frigoríficos o hipermercados a 18 pesos; al kilo de queso se lo pagan a 8 pesos y se vende a 32; 0,48 centavos la yerba, cuando se ofrece al consumidor a 4,50, etcétera.

Un modelo concentrador

Los Kirchner se cansan de hablar de los “sectores más favorecidos y egoístas”. No es más que otro capítulo de su habitual doble discurso. El problema es que cada vez les creen menos. El conflicto del campo “destapó” una realidad que estaba encubierta: el impresionante grado de concentración que genera este “modelo económico”, supuestamente redistribuidor.

¿Para que aumentaron las retenciones? ¡Mentira que era para frenar la inflación! ¿Retenciones en el alza a la soja, que se exporta casi en su totalidad, para frenar la inflación? No se lo cree ni Guillermo Moreno.

También es falso que las retenciones “redistribuyen” el ingreso. ¡No le sacan a los que más tienen! 5.000 dueños poseen la mitad de las tierras cultivables de la Argentina, mientras que 312.000 productores tienen que repartirse la otra mitad. Los primeros, entre los que se encuentran los “nombres ilustres” de la vieja oligarquía (los Anchorena, Gómez Alzaga, Lacroze de Fortabat), comparten el cuadro de honor con otros que, no por recién llegados son menos latifundistas: las grandes empresas capitalistas como Adecoagro (Soros), Benetton, Bemberg, Aceitera General Deheza, Grobocopatel o directamente el capital especulativo de los famosos “pooles de siembra”. Ellos son los que acaparan, se quedan con todos los subsidios y tienen capacidad para formar precios. ¿Acaso hay alguna medida para castigarlos? En absoluto: el gobierno se niega insistentemente a diferenciar las retenciones para los pequeños. Y también miente cuando dice que los pequeños serán compensados. Sabe perfectamente que hay miles de maniobras para que esos subsidios terminen quedando en manos de los grandes. Y si tenemos alguna duda, miremos que pasó el año pasado: sólo 20 grandes empresas se quedaron con más del 80% de los subsidios al agro, entre ellas, “casualmente” los cinco molinos más grandes: Sancor, La Serenísima, Aceitera General Deheza y las grandes faenadoras de pollos.

No hay nada de “progresista” en juego. El único “secreto” del aumento de las retenciones es la necesidad de “aumentar la caja”, para enfrentarse en las mejores condiciones posibles a un escenario internacional próximo. El gobierno ve que con la crisis mundial se le cierran la fuentes de crédito, mientras tiene voluminosos vencimientos de deuda para el 2009 y 2010.

Por eso, y más allá de las entidades, que lo encabezan al recomenzar el conflicto del campo volvemos a reclamar el apoyo a los pequeños productores. Apoyo que debe darse desde una perspectiva que plantee una salida de fondo, que, obviamente, no es la de la Sociedad Rural. Se trata de un programa que sólo será viable uniendo al pequeño productor con la clase trabajadora, tal como mostramos en esta página.


Propuestas Socialistas para el campo

• Apoyo a los pequeños productores que producen hasta 400 o 500 toneladas de granos, al pequeño ganadero y al pequeño tambero. Retenciones diferenciadas, incrementándolas para los grandes y eliminándolas para los pequeños. Los precios máximos deben ser para los invernadores, feedlots, frigoríficos, las grandes empresas lácteas, cerealeras y monopolios del complejo sojero; no para el pequeño tambero o criador de ganado. Para ellos debe haber precios sostén (mínimos) para granos, carne y leche, definido a partir de la recreación de las Juntas Nacionales de Carnes y Granos. Plan de desarrollo ganadero para el pequeño productor, incentivando la cría para aumentar el número de vientres. Créditos y subsidios para la pequeña producción lechera.

• Garantizar el abastecimiento y el no aumento de los precios de la canasta familiar aplicando la Ley de Abastecimiento a los grandes frigoríficos, supermercados y monopolios de la alimentación, en vez de penalizar al pequeño productor.

• Nacionalizar el comercio exterior. Así se podrá planificar qué se exporta y qué se dedica al mercado interno, evitando faltantes y alzas de precios. Al mismo tiempo las divisas que generen esas ventas no irán a llenar los bolsillos de los grandes monopolios, sino que podrán destinarse a resolver las urgentes necesidades populares, o incluso, a desarrollar la infraestructura y la producción de miles de pueblos del interior hoy sumergidos.

• Reforma agraria que permita recolonizar el campo argentino, expropiando a la oligarquía terrateniente, a los nuevos capitalistas del campo (el “agrobusiness”) y a los grupos agrícolas financieros (pooles de siembra), así como a los grandes monopolios cerealeros, aceiteros y frigoríficos. Adjudicación gratuita de chacras o granjas de explotación mixta (inferiores a 100 o 200 hectáreas según la zona y el tipo de producción), proveyendo a los colonos con maquinaria y vivienda; crédito barato y provisión de semillas y fertilizantes a cooperativas y pequeños productores, y explotación directa por el Estado cuando la escala requiera la existencia de grandes establecimientos.

Límites a la acumulación de tierras, garantizándole al pequeño productor condiciones dignas de vida y trabajo, pero no promoviendo su desarrollo como capitalista.

• Estatizar la producción de semillas y fertilizantes, poniéndola en manos de los trabajadores y técnicos del INTA, para terminar con los negociados de las multinacionales como Monsanto, Nidera y Profértil.

• Basta de superexplotación a los trabajadores rurales, incorporándolos a la ley de Contrato de Trabajo (hoy están excluidos por una ley de la época de la dictadura), blanqueándolos inmediatamente (hoy dos tercios están en negro), terminando con la tercerización y garantizándoles un salario igual a la canasta familiar (hoy son los peores pagos del país).


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