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Editorial

¡Qué crisis!

Jefe de Gabinete, Alberto Fernández

Jefe de Gabinete, Alberto Fernández

El ex ministro Lousteau duró mucho menos que los otros ministros de economía kirchneristas que ya fueron. Lo notorio, en esta oportunidad, es que esto ocurre apenas a 100 días de asumir Cristina.

Cuando impuso las retenciones móviles, Lousteau firmó su propio certificado de defunción, provocando la rebelión de los pequeños productores más grande de las últimas décadas. Después de la cual, sea en la Rosada o en El Calafate, la pareja presidencial se la pasa realizando la “evaluación de daños” provocados por esta inesperada reacción de los “chicos del campo”, como les llaman a los chacareros.

El Jefe de Gabinete, Alberto Fernández, quedó tocado con esta baja, ya que es él quien había puesto al “joven brillante”. Por estas horas el Alberto se la pasa mostrando su “cansancio” y usando cuanto medio acceda, a desmentir su renuncia. Trascendidos dieron cuenta que se la había presentado a la presidenta, junto a su equipo de colaboradores, de la cual sólo retrocedió después de que Kirchner dijera que es un amigo y le solicitara quedarse. Puesto, como muchos otros, que peligran. Una crisis que sacude fuertemente por estas horas a los círculos oficiales.

 

Esto ocurre después de que la lucha de los pequeños productores ha desentrañado a un modelo de concentración que los quiere hacer desaparecer. Las encuestas, después de esas 21 jornadas de protesta, son contundentes. El 56% se pronuncia porque hay que cambiar el rumbo económico (Página/12, 27-04). Y lo más preocupante para el gobierno y sus socios, es un muestreo dando que Cristina Fernández tiene una desaprobación del 61,8%, ubicándose por detrás de Scioli, Macri, su propio esposo y Carrió (Clarín, 4-05).

Además, hoy por hoy la gran mayoría de la población ha girado su percepción: opina que la inflación y los bajos salarios son los temas que más le preocupa, justo los pilares en que se asienta el modelo kirchnerista. Todo bajo la comprensión para millones de que el mismo es de “crecimiento para los de arriba”, ya que “la brecha de ingresos va a permanecer parecida a la de la década del 90, e incluso se va a ampliar por la suba de los alimentos”, según Artemio López, de la consultora Equis. (Crítica, 23-04). Siendo “la brecha de pobreza” la más alta de las últimas décadas, la misma que señala que “nunca las familias pobres pudieron comprar tan poco”. Será por eso que está preocupado hasta el semanario británico The Economist, que señaló recientemente en una editorial que los objetivos de Cristina de “disminuir las tensiones sociales”, han fracasado. Y seguramente con este panorama seguirán fracasando, más aún cuando millones se han dado cuenta que de su doble discurso sólo salen mentiras tras mentiras.

 

La crisis que desató el conflicto del campo y la inflación que carcome los bolsillos populares, ha abierto un debate sobre cambios en el modelo. Grandes empresarios, economistas y el FMI proponen retoques. El gobierno se niega a aceptarlos. Una “pelea” para ver quién se queda con la torta del crecimiento y cómo siguen usando los millones del superávit en beneficio de las privatizadas, banqueros, burgueses del campo, multinacionales y organismos internacionales de crédito, no de los trabajadores y el pueblo.

Con esta renuncia, el matrimonio presidencial ratifica al patotero del INDEC Guillermo Moreno, la política inflacionaria y los techos salariales, lineamientos centrales de un modelo económico al servicio de una minoría, tanto de la ciudad como del campo.

Tan en crisis está la presidenta que de los discursos altisonantes pasó al silencio absoluto, teniendo que salir el ex presidente a defenderla, demostrando que quien gobierna tras bambalinas es Néstor, no Cristina. Un “doble comando” de los mismos Kirchner de siempre, para un solo modelo al servicio de las multinacionales, grandes empresarios y el FMI.

En las negociaciones en curso no sólo no hay solución para los pequeños productores, sino que todo lo que propone el gobierno favorece a los especuladores, subsidiando millonariamente a Cargill y Aceitera General Deheza; dejando la tierra en manos de los pooles de la soja como Grobocopatel y de repudiables firmas extranjeras como los Benethon, Soros, Ted Tudner, entre otros.

Si el gobierno dice que hay que ir contra los especuladores, ¿por qué no nacionaliza el comercio exterior? ¿Por qué no va contra los monopolios formadores de precios aplicándoles la Ley de Abastecimiento? ¿Por qué no ataca a la oligarquía terrateniente con la reforma agraria? ¿Por qué no suspende los pagos de la deuda para volcar esos fondos en salario, salud, trabajo, educación y obras públicas?

Cristina, en cambio, ratificó su política de techo salarial del 19% de la mano de Moyano (CGT) y Yasky (CTA). Y usa la plata de los jubilados para hacer frente a los compromisos externos. Una verdadera vergüenza. ¿Esa es la redistribución de la riqueza de la que tanto habla en sus discursos? En las arcas del Banco Central hay 50.000 millones de dólares, de los cuales ni un peso se destina para salario o trabajo.

 

La renuncia de Lousteau, y las que se avecinan, son parte de una grave crisis política de un gobierno jaqueado por la bronca popular, mientras la política oficial no resuelve ninguno de los problemas.


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