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José Castillo

Rebelión contra el aumento de las retenciones

¿A qué se debe el “paro del campo”?

El aumento de las retenciones a la soja y el girasol provocó el conflicto rural más importante de los últimos treinta años. El gobierno dice que es un “paro de la oligarquía”, pero los pequeños productores son presencia mayoritaria en los cortes y manifestaciones ¿Cuál es la salida para el campo?

Gran parte del crecimiento económico de los últimos años fue consecuencia de los altos precios internacionales de los productos del campo. Así el gobierno acumuló reservas y tuvo superávit fiscal récord. Los grandes ganadores fueron unos pocos, entre ellos el grupo concentrado de los grandes negocios del campo, la oligarquía y las multinacionales, favorecidos por un modelo económico que privilegió el dólar alto y subsidió el gas oil para los grandes exportadores.

Ahora el gobierno decidió aumentar sustancialmente las retenciones a las exportaciones de soja y girasol. Trata de apropiarse de una parte de la tajada de estas “superganancias”. La Sociedad Rural Argentina y Confederaciones Rurales Argentinas (que representan a los grandes terratenientes), Coninagro (que agrupa a cooperativas grandes como Sancor) y la Federación Agraria Argentina (pequeños productores individuales, arrendatarios y cooperativistas), llamaron al paro que va, al cierre de esta edición, por su día número trece.

¿Para que sirven las retenciones?

D´Elia y Moyano dicen que hay que defender al gobierno, incluso movilizándose contra los cortes. El titular de la CGT, y su hijo Pablo, ya enviaron sus patotas para romper los piquetes. Nosotros estamos a favor en cobrarles fuertes impuestos a la oligarquía y a todos los grandes monopolios, que incluyen obviamente a los del campo. Pero este aumento de las retenciones no es simplemente “cobrarle a los que tienen más para darle a los que tienen menos”. Primero porque lo pagan todos por igual, el pequeño productor y el grande. Mientras que a este último le recorta un poco sus superganancias, al chico directamente lo funde. Y segundo porque no es cierto lo que dice Lousteau: que este aumento de las retenciones sirve para luchar contra la inflación, ya que aumentaron las de la soja y el girasol, que se exportan en su casi totalidad, y se bajó las del trigo y el maíz, que sí tienen incidencia en bienes que componen la canasta básica. Tampoco sirve para “evitar la sojización” promoviendo otros usos de la tierra, ya que aún con las nuevas retenciones y más allá de las protestas, seguirá siendo el cultivo más rentable.

El gobierno aumenta las retenciones porque lo que necesita es “seguir haciendo caja”, no para dedicar esos mayores recursos a las urgentes necesidades populares. Está seriamente preocupado por los efectos de la crisis mundial y sabe que se le acaba el “viento de cola” que le permitió crecer estos años: no hay más financiamiento fácil y por eso necesita dinero para empezar a pagar “cash” los futuros vencimientos de deuda externa.

La rebelión del campo

Es necesario clarificar el conflicto. Hay un hecho real: la Sociedad Rural, una de las entidades convocantes del paro representa efectivamente a los grandes terratenientes, tienen un pasado de apoyo a las peores dictaduras y su consigna central es “no a las retenciones”, reflejando un planteo de no aceptar ceder un peso de sus superganancias a nadie.

Pero en el conflicto también está los pequeños productores, que levantan sus legítimos reclamos, esquilmados por los “grandes” del campo y por las políticas oficiales, muchos de los cuales se referencian con la Federación Agraria. El problema es que su máximo dirigente, Eduardo Buzzi, que en el pasado cercano había quedado pegado a apoyar las políticas del gobierno, ahora está en un frente único peligroso con la Sociedad Rural. La realidad es que la consigna de “no a las retenciones” en general, no le sirve al pequeño productor, que seguirá sufriendo la concentración. Debe poner como centro los reclamos del pequeño productor (como expresamos en nuestra propuesta de programa), diferenciándose de los grandes monopolios del sector.

Lo que no se puede desconocer es que se ha generado una verdadera rebelión en el campo, con centenares de cortes de rutas, movilizaciones, y virtuales puebladas, todas llevadas adelantes por los pequeños productores.

Esta protesta es un espejo de algo que venimos denunciando: el “modelo” kirchnerista es para unos pocos monopolios, que cada vez concentran más, y así como no favorece a los trabajadores, tampoco lo es para el pequeño productor agropecuario, cuyo futuro dependerá de su capacidad para tender lazos con las reivindicaciones de la clase trabajadora y diferenciarse de los planteos reaccionarios de la Sociedad Rural.


Propuestas de los socialistas

Apoyo a los pequeños productores que producen hasta 400 o 500 toneladas de granos, al pequeño ganadero y al pequeño tambero. Retenciones diferenciadas, incrementándolas para los grandes y eliminándolas para los pequeños. Los precios máximos deben ser para los invernadores, feedlots, frigoríficos, las grandes empresas lácteas, cerealeras y monopolios del complejo sojero, no para el pequeño tambero o criador de ganado. Para ellos debe haber precios sostén (mínimos) para granos, carne y leche, definido a partir de la recreación de las Juntas Nacionales de Carnes y Granos. Plan de desarrollo ganadero para el pequeño productor, incentivando la cría para aumentar el número de vientres. Créditos y subsidios para la pequeña producción lechera.

Garantizar el abastecimiento y el no aumento de los precios de la canasta familiar aplicando la Ley de Abastecimiento a los grandes frigoríficos, supermercados y monopolios de la alimentación, en vez de penalizar al pequeño productor.

Nacionalizar el comercio exterior. Así se podrá planificar qué se exporta y que se dedica al mercado interno, evitando faltantes y alzas de precios. Al mismo tiempo las divisas que generan esas ventas no irán a llenar de los bolsillos de los grandes monopolios, sino que podrán dedicarse a resolver las urgentes necesidades populares, o incluso a desarrollar la infraestructura y la producción de miles de pueblos del interior hoy sumergidos.

Reforma agraria que permita recolonizar el campo argentino, expropiando a la oligarquía terrateniente, a los nuevos capitalistas del campo (el “agrobusiness”) y a los grupos agrícolas financieros (poo-les de siembra), así como a los grandes monopolios cerealeros, aceiteros y frigoríficos. Adjudicación gratuita de chacras o granjas de explotación mixta (inferiores a 100 o 200 hectáreas según la zona y el tipo de producción), proveyendo a los colonos con maquinaria y vivienda, crédito barato y provisión de semillas y fertilizantes a cooperativas y pequeños productores, y explotación directa por el Estado cuando la escala requiera la existencia de grandes establecimientos. Límites a la acumulación de tierras, garantizándole al pequeño productor condiciones dignas de vida y trabajo, pero no promoviendo su desarrollo como capitalista.

Estatizar la producción de semillas y fertilizantes, poniéndola en manos de los trabajadores y técnicos del INTA, para terminar con los negociados de las multinacionales como Monsanto, Nidera y Profértil.

¡Basta de superexplotación a los trabajadores rurales!, incorporándolos a la ley de Contrato de Trabajo (hoy están excluidos por una ley de la época de la dictadura), blanqueándolos inmediatamente (hoy dos tercios están en negro), terminando con la tercerización y garantizándoles un salario igual a la canasta familiar (hoy son los peores pagos del país).


Vieja oligarquía, nuevo “agrobusiness” y pequeños productores: ¿Quién es quién?

El discurso del diario La Nación y de los voceros “tradicionales” del campo, es que ya no existe más la “oligarquía agropecuaria”, habiendo sido reemplazada por miles de pequeños productores, “la gente del campo”. Del otro lado, el gobierno descalifica a todos de conjunto: “son la oligarquía, millonarios terratenientes”. Pero en el campo no todos son lo mismo: están los grandes terratenientes, organizados en la Sociedad Rural Argentina y en Confederaciones Rurales Argentinas. Pero también existen los pequeños productores, muchos de ellos organizados en la Federación Agraria.

Según el último Censo Agropecuario Nacional, del año 2002, en la Argentina hay 170 millones de hectáreas agropecuarias y 317.816 productores. Pero sólo 4.000 de ellos poseen 74,3 millones de hectáreas (más de la mitad). En la Pampa Húmeda la concentración es mayor: 4.110.600 hectáreas están en manos de 116 dueños.

El 69% de las explotaciones tienen menos de 200 hectáreas, pero representan sólo el 3% del total de la tierra agropecuaria. En la otra punta de la pirámide, el 10% de las estancias, con más de 1.000 hectáreas, ocupan el 78% de la superficie.

Esta concentración feroz ha ido en aumento. Comparando los números con el Censo anterior, que es de 1988, se verifica que entre ambos desaparecieron 100.000 establecimientos. Y toda la tendencia indica que desde 2002 para acá la concentración siguió creciendo a pasos agigantados. Analicemos que pasa con el cultivo “estrella” de los últimos años, la soja, hoy la mitad de toda la superficie sembrada del país. Los pequeños y medianos productores, en campos que producen hasta 1.500 toneladas por año, son el 96% del total de los establecimientos, pero levantan apenas el 40% de la cosecha. El otro 60% lo producen 2.817 grandes explotaciones.

Esta “parte de arriba de la pirámide” del negocio del campo se compone de tres actores: lo que queda de la vieja oligarquía terrateniente (los Ledesma, Amalia Lacroze de Fortabat, Anchorena, Gómez Alzaga, el Grupo Bunge); los nuevos capitalistas del agro, entre los que se destacan Adecoagro (Grupo Soros), Bemberg, Werthein, los Grobocopatel, LIAG Argentina SA, Benetton, Cresud), y los “pooles de siembra”, de hecho capital financiero, pulpos especulativos que hoy “entran en el negocio”, en general arrendando tierras, concentrando y produciendo en cantidad.

Todos ellos son los responsables no sólo de que los precios de los alimentos estén por las nubes, sino de esquilmar diariamente al pequeño productor, al que le pagan centavos. La política del gobierno, más allá de que hoy surjan “contradicciones” porque le recortan un pedacito de sus superganancias, siempre favoreció la concentración. La protesta de los pequeños productores, en cambio, refleja su lucha por la supervivencia para no ser “comidos” por los grandes.



Juan Carlos Herrero

“Se están produciendo verdaderas puebladas”

Juan Carlos Herrero, miembro de la Federación Agraria Argentina de zona 9 (Carlos Tejedor), abandonó por un rato el piquete en su pueblo y acompañó la marcha del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia este 24 de Marzo. Posteriormente, en diálogo con la redacción de El Socialista, nos dio su opinión sobre el conflicto del campo.

“Al final, este aumento de las retenciones les sirve a los grandes jugadores del campo. Ellos pierden parte de sus superganancias, pero a los pequeños productores directamente los funde. Eso “libera” tierras, saca gente del medio, y eso es lo que necesitan los grandes monopolios, como los pooles de siembra y los grandes capitalistas del campo.

Toda la política oficial apunta a la concentración del negocio. Ya pasó cuando le pusieron el precio máximo a la carne. ¿A quién perjudicó? Al pequeño productor de cría, que fue obligado a vender como sea a los verdaderos ganadores, que terminan siendo los invernadores, o los feed-lots (engorde a corral). El gobierno dice que compensan a los productores con los reintegros por costo del maíz, pero este llega tarde, y para cobrarlo hay que tener una estructura administrativa que no tiene el pequeño productor. Conclusión: el pequeño pierde, y termina cediendo todo al grande, que sí tiene posibilidad de recibir la compensación. Lo mismo pasó con el precio máximo de la leche. De nuevo, queda hundido el pequeño tambero, y el que sale beneficiado es el grande, como Sancor o La Serenísima.

Hay de hecho una continuidad con los gobiernos anteriores en políticas que favorecen la concentración de la tierra y el negocio agrícola, donde para el pequeño productor no hay precio sostén ni nada. No estamos en contra de las retenciones en general. Pero no es posible que al pequeño productor, que tiene 80 o 100 hectáreas, se le cobre lo mismo que al grande. Porque lo funde. ¿Y quién va a comprar entonces ese campo? ¡El grande! Así se favorece más y más concentración, y la liquidación de los pueblos del interior.

Por todo esto el productor chico sale enfurecido. Esa es la gente que está en las rutas, en los piquetes. Son los pequeños productores, la gente de la Federación Agraria y montones de autoconvocados, junto a los comerciantes y la gente de los pueblos que ven que su futuro es irse. Son verdaderas puebladas.”


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