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José Castillo

Cayó el pulpo Bear Stearns

La crisis capitalista se sigue profundizando

La casi quiebra de Bear Stearns, uno de los principales actores de Wall Street, puso otra vez a los mercados mundiales en colapso. Nuevamente, la Reserva Federal yanqui salió al rescate. Pero después se desplomaron los precios de las materias primas. Cada vez hay más datos de que la economía yanqui ya entró en recesión.

Esta vez el detonante fue el anuncio de que Bear Stearns, el quinto banco yanqui, estuvo a punto de quebrar. La historia fue contada con lujo de detalles por todos los diarios financieros del planeta. El viernes 14 a la tarde, los directivos de la firma de Wall Street informaron a la Reserva Federal yanqui que si no los salvaban, el lunes anunciaban la quiebra. La Reserva Federal rápidamente convenció a otro de los grandes pulpos financieros, el JP Morgan, que comprara el banco en quiebra. Claro que lo logró después de que la propia Reserva aportara 30.000 millones de dólares para la operación. Igual no pudieron evitar que la “compra” se hiciera por la irrisoria suma de 236 millones de dólares. Para ilustrar: hace un año las acción de Bear Stearns cotizaba a 172 dólares, luego cayó y el viernes de la crisis estaba a 30 dólares, pero con los números de la venta terminó en 2 dólares la acción. Un desplome absoluto.

¿Qué es lo que está pasando?

Desde el mes de julio del año pasado la economía yanqui viene en picada. Primero estalló la crisis cuando se descubrió que los bancos estaban llenos de créditos hipotecarios incobrables. Después se vio que esto no sólo era un problema de las instituciones financieras especializadas en el negocio inmobiliario, sino que esos créditos estaban desparramos por todo el mundo. Sucedía que se había creado una bicicleta financiera infernal, vendiendo esos créditos a otras instituciones que a su vez los usaban como garantías para compras de otras. Una enmarañada estafa financiera global que todavía hoy no se sabe donde termina.

Los bancos centrales europeo, japonés, británico y canadiense, y la Reserva Federal yanqui, salieron al rescate desde mediados de agosto del año pasado. Tiraron miles de millones de dólares al mercado, el equivalente al producto bruto de varios países, y no pudieron parar la crisis. Sucede que a medida que los bancos yanquis, que están obligados a presentar balances trimestrales, “muestran” sus números, estalla todo, al saltar un nuevo banco en bancarrota.

Lo concreto es que desde hace nueve meses en los Estados Unidos toda la economía va para abajo. Las noticias de caídas en la producción, aumentos de la tasa de desempleo, empresas con pérdidas millonarias, caídas del crédito y del consumo, se suceden semana a semana. Ya nadie duda que la economía yanqui entró en plena recesión.

Siguiendo el camino de las crisis del Tercer Mundo

Hace unos años, en medio de la crisis argentina de 2001, el entonces Secretario del Tesoro yanqui, Paul O´Neill, acuñó una frase que pasó a la historia: “los carpinteros norteamericanos no tienen porque pagar las crisis financieras que ellos no crearon”. La ironía es que hoy, sin duda, es el Tesoro de los Estados Unidos y su Reserva Federal, los que están poniendo la plata para salvar a los buitres de las finanzas de una quiebra segura.

Incluso todos los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos compiten en propagandizar medidas para “salvar” el estropicio generado por la crisis. Los Estados Unidos entonces, repiten a escala de la primera economía mundial, el camino que siguieron el Sudeste Asiático en 1997, Rusia en 1998 y la Argentina en el 2001: licuar las deudas de los grandes, que el Estado se haga cargo de recapitalizar a los bancos y así garantizar que siga la fiesta de los millones. Mientras tanto, que la clase trabajadora pague con el aumento del desempleo o las rebajas salariales, los costos de la crisis capitalista.

La crisis yanqui forma parte de otra más grande

Lo que sucede hoy en la economía yanqui no es una cuestión aislada. Desde hace por lo menos treinta años la economía capitalista no viene funcionando “con normalidad”. Todo comenzó a fines de los ´60 con la caída de la tasa de ganancia de las ramas fundamentales de la economía de ese entonces. Desde entonces los grandes capitales se valorizan pasando de un negocio especulativo a otro, generando lo que se llama “burbujas” de supernegociados, que después terminan estallando y dejando un tendal. Por eso sostenemos que el capitalismo mundial vive una crisis crónica que cada tanto nos muestra un estallido agudo, como ahora en Estados Unidos, o en su momento en la Argentina en el 2001, o más atrás, por sólo ejemplificar los casos de los ´90, como en México en 1994, el Sudeste Asiático en 1997 o Rusia en 1998. El imperialismo y los grandes capitalistas tienen un “programa” global para salir de la crisis: recuperar sus tasas de ganancia aumentando la superexplotación de los trabajadores y el saqueo de las riquezas de todo el mundo. Pero, como ha venido sucediendo en estos años, no le resulta fácil implementarlo: los trabajadores resisten hasta el extremo de poner en jaque a los gobiernos que intentan llevar a cabo esas políticas. Ante esta nueva crisis, que empezó en los Estados Unidos pero va camino a “derramarse” por todo el planeta, los trabajadores y pueblos sometidos del mundo debemos prepararnos para pelear: querrán, una vez más, hacernos pagar los platos rotos de una fiesta a la que nunca estuvimos invitados.


¿La Argentina “zafa” de la crisis?

Se lo viene escuchando desde mediados del año pasado. Bajo el pomposo nombre de “teoría del desacople”, se afirma que algunos países del Tercer Mundo, entre ellos nosotros, no nos veríamos afectados por la crisis yanqui.

Veamos los argumentos, varias veces citados por el Ministro de Economía Lousteau. Por un lado se señala la “fortaleza” de los números de la economía argentina, con 50.000 millones de dólares en reservas y superávit fiscal récord. Por el otro se sostiene que los precios de las materias primas que vende nuestro país (soja, girasol, trigo, carne, e incluso minerales como el petróleo) seguirán altísimos, sostenidos por la demanda de China.

Que todo esto no tiene ningún sustento serio lo reconoció el propio director del FMI, Dominique Strauss-Kahn: “los países emergentes no quedarán indefinidamente a salvo de las turbulencias”.

Ningún país se salvó de una corrida por tener 50.000 o incluso más millones de dólares en sus reservas. ¿O nos olvidamos que ese fue exactamente el número que se fugó de la Argentina en los seis meses previos al estallido de diciembre del 2001?

Nuestro país, como muchos otros de Latinoamérica, tiene una deuda externa exorbitante. Si en los últimos años se “disimuló” fue porque, en el marco del crecimiento mundial abierto desde el 2003, resultaba fácil conseguir financiamiento internacional. Hoy ya todos lo reconocen: se acabó la plata fácil. No hay más crédito para la Argentina. Tenemos un panorama de vencimientos de deuda externa, sobre todo en el 2009, no muy fácil de cubrir. Por eso el Ministro Lousteau sale a “recaudar” salvajemente, aún al costo de “comprarse” una rebelión en el campo.

Pero hay otro tema. Todo en la Argentina, desde el crecimiento económico, pasando por el récord de exportaciones, hasta el inmenso superávit fiscal, descansa sobre un solo supuesto: que seguirán los altísimos precios de las materias primas, y en particular de la soja. Hasta ahora esos precios, a pesar de la crisis yanqui, se venían manteniendo. Pero no se debía exclusivamente a la demanda china. Gran parte de esos valores estaban sostenidos artificialmente por fondos especulativos que recalaron en los mercados de “commodities” (lugares donde se especula con el precio futuro de esas materias primas).

Bastó, la semana pasada, que el dólar subiera un par de días, en medio de la montaña rusa de la crisis yanqui, donde venía cayendo desde hace meses, para que se produjera una “corrida especulativa”, y derrumbara los precios de la soja, el trigo, el petróleo y hasta el oro. Un solo dato: la soja subió desde enero a marzo un 18%, luego, en sólo dos días se derrumbó un 16%. Ahora está a 467 dólares la tonelada. Muchos estudios dicen que si cae a menos de 300, se crearán muy serios problemas para la economía argentina. Ahí se acaban todos los versos sobre el “desacople”.

J.C.


CHARLA-DEBATE

Presentación de la revista “Correspondencia Internacional” en la UBA

Exponen: José Castillo y Miguel Lamas

Viernes 28/3 - 19hs
Puán 480, Facultad de Filosofia y Letras UBA
Comedor Estudiantil del CEFyL

Invita: Vicepresidencia del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras


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