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Mercedes Petit

2 de abril de 1982: hace 26 años

Comenzaba la guerra de Malvinas

Desde 1882 el imperio británico usurpó una parte del territorio argentino: las islas Malvinas. La dictadura genocida comenzó un operativo militar de recuperación. Ellos mismos lo traicionaron. Sigue pendiente la expulsión de los invasores.

Durante varios años, Videla y Compañía asesinaron, secuestraron y torturaron a miles y miles de argentinos. Mientras, les entregaban el país a los imperialistas, a las multinacionales y los grandes grupos empresarios locales, mientras hambreaban a los trabajadores y el pueblo. Para 1981, su feroz dictadura se venía debilitando, al calor de una creciente crisis económica. Comenzaban a escucharse las voces del descontento popular. Los trabajadores empezaban a levantar cabeza.

Sorpresivamente, el pueblo argentino el 2 de abril se encontró ante la noticia de que había en marcha un operativo militar para recuperar las islas. El genocida Galtieri adoptó esa decisión especulando con un impensable apoyo de su amo el imperialismo yanqui, que le permitiera un rápido triunfo, con los ingleses devolviéndole gentilmente las islas y él permaneciendo siglos en el poder, convertido en un héroe nacional…

Pero el sentimiento malvinero del pueblo argentino, mucho más arraigado y sincero que el delirio alcohólico de este general, detonó una movilización a lo largo y ancho del país, que hubiera permitido ganar la guerra.

Argentina podía ganar

La dictadura era una monstruosidad en todos los terrenos. Se embarcó en la guerra contra Inglaterra de manera irresponsable y aventurera, manteniendo sus métodos represivos y su corrupción. Pero se podía ganar la pelea por esa justa reivindicación nacional. El PST, desde la clandestinidad, propuso algunas de las medidas que eran necesarias para lograrlo (ver recuadro). Y además, los propios ingleses así lo han reconocido con argumentos puramente militares. El general Julian Thompson, segundo jefe de las fuerzas de tierra desembarcadas en las islas, dijo: “Cada fuerza argentina libraba su propia guerra. Si las tres fuerzas hubieran actuado coordinadamente Gran Bretaña podría haber perdido la guerra”. Y agregó: “Argentina [léase Galtieri y sus secuaces] no creyó que Gran Bretaña iba a atacar. Las seis semanas que transcurrieron entre el 2 de abril y el 21 de mayo, cuando desembarcamos en San Carlos, no fueron aprovechadas como correspondía para fortificar las propias posiciones” (Página/12, 6/11/96).

Algo parecido dijo el parlamentario conservador, escritor y experto militar Rupert Simon Allason. Señaló que las acciones argentinas carecían de lógica militar, y que, salvo un caso, no atacaron los decisivos barcos de suministros. “Cuando hundieron el Atlantic Conveyor estuvieron a punto de ganar la guerra. Hubieran atacado uno o dos buques más de la marina mercante y estábamos terminados. Por eso a mí se me ocurren dos explicaciones: uno es que las fuerzas argentinas estuvieron dirigidas por analfabetos en términos estratégicos. La segunda es que solo buscaban algo con valor de propaganda”. (La Nación, 19/10/97. Datos de Malvinas, la prueba de fuego. Ediciones El Socialista, abril 2007.

Sigue la capitulación a los piratas

Tal como lo denunciaba el PST, los militares argentinos no quisieron ganar la guerra y se rindieron vergonzosamente el 14 de junio. El pueblo no los perdonó y la dictadura cayó. Los gobiernos radicales, aliancistas y peronistas coincidieron todos en mantener la capitulación, renegando de aquella guerra e impulsando la “desmalvinización”.

Al cumplirse un nuevo aniversario del inicio de aquella gesta por la recuperación de nuestras islas, la presidenta Cristina Fernández estará viajando a Londres. ¿A denunciar la usurpación? ¿A exigir la devolución? No. Nada de eso. A participar de una conferencia de supuestos “gobiernos progresistas”, cuyo anfitrión es el pirata Brown, primer ministro británico. El embajador argentino en Londres ya informó orgulloso que ha logrado que Cristina sea recibida en su casa por el anciano historiador Eric Hobsbawm, cuya definición de la guerra de 1982 es contundente: “descabellada”. La memoria de los soldados argentinos caídos será pisoteada una vez más, junto con nuestra soberanía, por el gobierno de los Kirchner.


El PST ante la guerra

El Partido Socialista de los Trabajadores (PST, del cual Izquierda Socialista se considera uno de sus continuadores) había sido proscripto pocos días después del 24 de marzo de 1976, cuando se impuso la dictadura genocida. Decenas de militantes estaban desaparecidos, presos o habían sido asesinados. Parte de sus dirigentes, encabezados por Nahuel Moreno*, y también cuadros, estaban exiliados en distintos países.

Cuando comenzó la recuperación, el PST definió su política: había que impulsar con todo en el esfuerzo militar por derrotar a los ingleses, pero sin darle ningún apoyo a la Junta genocida. Decía en Palabra Socialista Nº39 (15/5/82): “Este no es nuestro gobierno. No tenemos la menor confianza en él, no le damos ningún apoyo político, ni salimos de garantes de él ante las masas obreras. Pero decimos que mientras siga haciendo la guerra a Gran Bretaña, hay que estar militarmente a su lado en forma incondicional. […] el gobierno conduce la guerra como si no quisiera o temiera ganarla […]”.

Llamando a la CGT a ponerse a la cabeza de la unidad de acción antiimperialista, el PST proponía una serie de medidas a imponer con la movilización, que resumimos así: plenas libertades, terminando con la represión dictatorial, suspender el pago de la deuda externa e incautar todas las empresas inglesas, así como las de su aliado, el imperialismo yanqui; apelar al apoyo de los pueblos hermanos latinoamericanos, que como el peruano, se movilizaban en las calles apoyando a Argentina.

El dirigente del PST José Francisco Páez (fallecido en 2005), que había sido candidato a la vicepresidencia junto a Juan Carlos Coral en 1972, y había estado en la cárcel de la dictadura de 1976 a 1981, junto a Juan Carlos López Osornio, el Pelado Matosas (fallecido en 2006), que había salido de prisión poco antes, luego de siete años, se presentaron como voluntarios para ir a combatir a las islas. Lo mismo hizo en Lima, ante el consulado argentino, el dirigente del PST peruano Enrique Fernández Chacón, que había sido constituyente y era diputado. Actualmente, Fernández Chacón impulsa Kuska Perú y es dirigente de Unión en la Lucha y la UIT-CI .

 

* Véase el texto de Moreno sobre la guerra de Malvinas y la caída de la dictadura en “1982: Comienza la revolución”, en www.nahuelmoreno.org


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