El Socialista

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Mercedes Petit

Rusia, 23 de febrero de 1918

Nace el Ejército Rojo

El nuevo poder de los obreros y campesinos triunfó en noviembre de 1917 (25 de octubre con el viejo calendario). El hostigamiento militar de la reacción burguesa y del imperialismo comenzó casi de inmediato (véase El Socialista Nº 88). El gobierno soviético y el Partido Bolchevique pusieron a León Trotsky al frente de la formación del Ejército Rojo

Durante la guerra civil, Trotsky inspecciona el frente occidental
Filmación en el frente este

Durante la guerra civil, Trotsky inspecciona el frente occidental (arriba) Filmación en el frente este (abajo)

El antiguo ejército heredado del zarismo se desintegraba. El joven gobierno negociaba con Alemania un tratado de paz, para alejar definitivamente al pueblo ruso de la carnicería imperialista de la primera guerra mundial.

El 12 de enero de 1918 un decreto dispuso “la formación del Ejército Socialista”, que debía construirse “desde abajo en base a los principios de elección de los oficiales y del mutuo respeto y la disciplina entre camaradas”, y sirviese de “base para la Revolución Socialista en Europa”.

Una experiencia inédita: formar un ejército revolucionario

Los primeros regimientos se convocaron el 23 de febrero de 1918, mientras las fuerzas del imperialismo alemán marchaban sobre Petrogrado, que aún era la capital. Comenzó con el sistema de voluntarios, que debían servir por seis meses. Para mayo agrupaba más de 300.000 hombres. Desde abril se había comenzado “la instrucción militar universal”, que daba entrenamiento en las fábricas y otros lugares de producción, generalmente fuera de los horarios de trabajo. En julio se puso en práctica la conscripción obligatoria. Para 1920, sus integrantes pasaban los cinco millones de hombres. Por las dificultades de todo tipo que se vivían en la Rusia revolucionaria, en particular la parálisis de la industria, sólo un porcentaje menor lograba estar armado. Decía Trotsky: “Todos los regimientos eran en sí mismos improvisaciones vivas y también lo era el ejército como un todo. Para nuestra tarea de construir el Ejército Rojo tuvimos que explotar las formaciones de la Guardia Roja, regimientos del ejército zarista, dirigentes campesinos y generales zaristas. En realidad, creamos al ejército con los materiales históricos a nuestra disposición e hicimos nuestro trabajo desde el punto de vista de un estado proletario luchando por su existencia, su consolidación y desarrollo.”*

La democracia que se vivía en aquellos años llevó a Trotsky a decir en 1936, en su texto La Revolución Traicionada: “Al contrario de lo que se afirmó posteriormente, la vida ideológica del bolchevismo fue muy intensa, justamente en la época más penosa de la guerra civil. Se entablan largas discusiones en todos los grados del partido, del Estado, o del Ejército, sobre todo acerca de los problemas militares.”

En la dirección del partido hubo constantes discusiones sobre la orientación militar. Si ejército centralizado y formando especialistas, o destacamentos guerrilleros; si utilización o no de los oficiales del zarismo, entre tantas otras. Y en concreto cómo garantizar el aprovisionamiento, y cómo actuar táctica y estratégicamente en los distintos frentes durante los tres años de guerra civil. En esa experiencia inédita las posiciones de Trotsky, que estaba al mando, y de Lenin, que acompañaba día a día las tareas del gobierno y el partido en Moscú, eran habitualmente coincidentes, y fueron consolidando la relación política y personal entre ambos.

Desde el tren blindado

En marzo de 1918 Trotsky dejó el Comisariado (ministerio) de Asuntos Extranjeros y asumió el de Guerra. En esos días, el gobierno de los Soviets se trasladó a Moscú. En su autobiografía Trotsky recuerda que entonces, ante los avances de los ejércitos enemigos “la revolución estuvo al borde de la ruina”. El 7 de agosto, mientras Kazán, sobre el río Volga, había caído en manos de la reacción, puso en marcha un tren blindado, donde instaló su comando militar. Vivió en él los siguientes dos años y medio, recorriendo constantemente los distintos frentes.

En medio de penurias colosales, la URSS ganó la guerra civil. La revolución se salvó. Según Trotsky hizo falta “que las capas más avanzadas de las masas se diesen cuenta de la gravedad de la situación. La primera condición de que dependía todo el éxito era no ocultar nada, no ocultar, sobre todo, la propia debilidad; no andarle a la masa con astucias ni engaños, llamar a las cosas abiertamente por su nombre. […] Los soviets, el partido, las organizaciones obreras, ponían en pie de guerra nuevos destacamentos de tropas y enviaban a miles de comunistas a Kazán. La mayoría de los hombres jóvenes afiliados al partido no conocía el uso de las armas. Pero estaban resueltos a triunfar, costase lo que costase. Y esto era lo importante.” (Mi vida)

La conducción revolucionaria que encabezaron Lenin y Trotsky, junto al heroísmo, los sacrificios y la movilización de los obreros y campesinos que jugaban sus vidas en defensa de la naciente URSS, pusieron en pie al Ejército Rojo y lograron derrotar los ejércitos infinitamente mejor armados de la burguesía rusa y sus aliados imperialistas. Con el triunfo de Stalin no sólo fue expulsado de la URSS León Trotsky, el conductor de aquella victoria militar: el Ejército Rojo se fue transformando en un monstruo armado al servicio de los burócratas.

 

* El Ejército Rojo. Erich Wollenberg, Antídoto.


El Ejército Rojo se hizo opresor

Los avances de la burocracia desde los años veinte cambiaron de raíz la política del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) y aplastaron la democracia obrera de los primeros años. El Ejército Rojo se convirtió en el aparato militar de la burocracia de Stalin, con un funcionamiento semejante a cualquier ejército burgués: una herramienta para reprimir al pueblo y custodiar los privilegios de los burócratas. Cuando los nazis en 1941 invadieron la URSS , una vez más, el heroísmo de las masas soviéticas se puso en marcha para que el Ejército Rojo, a pesar de las traiciones de Stalin, protagonizase la derrota del nazismo, primero en Stalingrado y luego en toda Europa central, hasta llegar a Berlín. Pero ya era un ejército represor y de ocupación.

Su repugnante carácter se fue mostrando en hechos sangrientos. En 1953, el Ejército Rojo reprimió a los obreros huelguistas en Berlín Oriental. En 1955 masacró la revolución antiburocrática en Hungría, en 1968 aplastó la “Primavera de Praga” en Checoslovaquia. Nada quedaba de aquel ejército libertador que ganó la guerra civil.


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