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Mercedes Petit

A 90 años de la primera revolución socialista

¿El “socialismo real” fracasó por exceso de estatismo?

En octubre de 1917 triunfó en Rusia la primera revolución socialista de la historia. En El Socialista Nº 85 nos referimos a sus principales características y enseñanzas. En este número damos nuestra opinión sobre algunas de las polémicas instaladas a partir de la caída del Muro de Berlín en 1989 y la disolución de la URSS en 1991.

Lenin y Trotsky, máximos dirigentes de la Revolución Rusa
Lenin y Trotsky, máximos dirigentes de la Revolución Rusa

Lenin y Trotsky, máximos dirigentes de la Revolución Rusa

En pocas palabras, desde nuestro punto de vista, entre 1989 y 1991en la Unión Soviética y Europa del Este las movilizaciones obreras y populares derrotaron a las dictaduras burocráticas de partido único, que se autodenominaban “el socialismo real”. Fueron grandes triunfos de las masas, que se sacaron de encima los regímenes “comunistas” represivos. En la URSS esta dictadura se había impuesto desde la década del veinte, cuando la burocracia encabezada por Stalin aplastó al sector revolucionario y opositor que encabezaba León Trotsky. Al mismo tiempo, esas victorias democráticas no impidieron el avance y consolidación de la restauración capitalista, puesta en marcha por la misma burocracia derrotada, con Gorbachov a la cabeza.

Las explicaciones sobre “el fracaso del comunismo soviético”

Tanto los comunistas aggiornados como las nuevas variantes reformistas “siglo XXI” vienen instalando la explicación común de que el problema en la URSS fue una orientación económica supuestamente equivocada. Sus principales usinas son el PC cubano y el chavismo (incluyendo desgraciadamente a sectores del trotskismo). El “socialismo real” habría fracasado por exceso de estatización y de centralización. Critican un supuesto “modelo” único, el “soviético”, cerrado, sin mercado, y sin distintas formas de propiedad.

El historiador inglés que militó en el Partido Comunista entre 1936 y 1986, Eric Hobsbawm, difunde y resume bien ese enfoque: “El derrumbamiento de la URSS llamó la atención en un primer momento sobre el fracaso del comunismo soviético: esto es, el intento de basar una economía entera en la propiedad estatal de todos los medios de producción, con una planificación centralizada que lo abarcaba todo y sin recurrir en absoluto a los mecanismos del mercado o de los precios.” (Historia del Siglo XX, p. 556). Instalando este enfoque, dan su política de que cada país encare abiertamente su “propio camino”, pero en el marco de una economía capitalista que combine el mercado, distintas formas de propiedad privada, los negocios de las multinacionales con empresas del Estado (léase la vieja y fracasada “economía mixta” capitalista, de Chile, de Nicaragua…). Esta es la explicación justificativa del “Socialismo del Siglo XXI” de Chávez. La utilizan para argumentar en contra de la necesidad de romper con la burguesía y las multinacionales y hacer revoluciones socialistas.

Una burocracia barrió con la dirección revolucionaria

La “historia” que cuentan los reformistas y Hobsbawm es equivocada. La experiencia de los países donde se expropió a la burguesía es contundente. Las conquistas logradas por la población soviética (y la china y cubana en la posguerra) fueron resultado de la estatización y la planificación centralizada de la economía, que dieron frutos muy positivos. El “socialismo real” no se cayó por eso. El gran problema fue la burocracia, que con sus privilegios y la represión, fue provocando el odio de las masas contra ella, y fue impidiendo el avance del socialismo con democracia obrera.

Aunque incluyan aspectos económicos, las causas del fracaso del “socialismo“ real son fundamentalmente políticas. En la década del 20 fue derrotado el bolchevismo, el leninismo. El partido de Stalin impuso un camino que hundiría la revolución rusa y mundial (ver recuadro). Se produjo una contrarrevolución política generalizada. Esa burocracia reprimió, se fue llenando de privilegios (primero ganar 10 veces más que un obrero, hasta las mansiones y las canillas de oro), y en vez de extender la revolución fue pactando con la burguesía, con el imperialismo, con el propio Hitler. La “teoría” justificatoria fue “el socialismo en un solo país”. En el 27-28 hundió la revolución obrera en China, en la década del 30 permitió el ascenso del nazismo, el triunfo de Franco, provocando desastre tras desastre. En el 39 pactó con Hitler y le facilitó la invasión a la propia URSS dos años después. Para sobrevivir, y derrotar a los nazis, el pueblo soviético pagó con 20 millones de muertos. En el 44-45, Stalin pactó con Churchill y Roosevelt para que no triunfaran nuevas revoluciones socialistas en Italia y Francia.

A pesar de la política del PCUS, la revolución socialista triunfó en Europa Oriental, Yugoslavia, China y Cuba. En un tercio de la humanidad se extendió la expropiación de la burguesía. Era una inmensa oportunidad para seguir avanzando para llevar la revolución socialista a las metrópolis. Pero la nefasta conducción burocrática también comprometió esos avances. Los nuevos países nacieron bajo dictaduras represivas y se impuso burocráticamente la división de Alemania. En la década del sesenta los burócratas soviéticos se necedisputaban con los chinos los favores y negocios con el imperialismo, hasta que dividieron el “bloque socialista”. Ellos fueron los responsables de que las masas llegaran a odiar ese sistema que llamaron “socialismo real”.

Para progresar hay que expropiar a la burguesía y las multinacionales

Los voceros del “Socialismo del Siglo XXI” manipulan y tergiversan los hechos, para ocultar todo esto. El presidente venezolano Hugo Chávez, por ejemplo, utiliza textos de Trotsky de crítica a la burocracia soviética y sus desastres en la URSS (como La revolución traicionada o El Programa de Transición), para negar por completo las propuestas y el programa de esos mismos textos, en los cuales ocupan un lugar insustituible la estatización y la planificación con democracia obrera.

Para salir de las penurias capitalistas no hay otro camino que la estatización y la centralización, que se lograrán por vías revolucionarias. No hay verdadero socialismo si no se avanza en la ruptura política y económica con la burguesía y el imperialismo, en la imposición de gobiernos obreros y campesinos que avancen en la expropiación y la planificación. Para hacerlo bien, aprendiendo de las experiencias del pasado, es imprescindible la democracia obrera y la movilización. Los reformistas de este siglo siguen manteniendo el viejo y fracasado programa socialdemócrata y menchevique de economía mixta, de mantener el sistema capitalista, de gobernar con sectores burgueses y manteniendo los negocios con las multinacionales. La moda es fundamentarlo con el cuco de la “estatización total” e “ignorar el mercado”.

La experiencia de la revolución de 1917 y sus primeros años con Lenin y Trotsky siguen siendo una fuente inagotable de enseñanzas para los trabajadores y todos los oprimidos.


Trotsky y la posible debacle de la URSS

Trotsky desde la década del treinta alertó sobre el inevitable vuelco a la restauración y la entrega al imperialismo de los burócratas, si se mantenían durante un tiempo prolongado en el poder. Llamaba a tirar abajo a esa casta encabezada por Stalin y a retomar el camino revolucionario, como única salida para salvar a la URSS. Sobre ese enfoque impulsó la fundación de la Cuarta Internacional. En el Programa de Transición dice:

La Unión Soviética ha salido de la revolución de Octubre como un Estado obrero. La propiedad del Estado de los medios de producción, condición necesaria del desarrollo socialista, ha abierto la posibilidad de un crecimiento rápido de las fuerzas productivas. El aparato del Estado obrero, aislado, sufrió mientras tanto una completa degeneración, transformándose de instrumento de la clase obrera, en instrumento de violencia burocrática contra la clase obrera y en forma creciente, en instrumento de sabotaje de la economía. La burocratización de un Estado obrero, atrasado y aislado y la transformación de la burocracia en casta privilegiada omnipotente, es la refutación más convincente -no solamente teórica sinopráctica- de la teoría del socialismo en un solo país.

Así, el régimen de la URSS encierra contradicciones amenazantes. Pero continúa siendo un régimen de Estado obrero degenerado. Tal es el diagnóstico social.

El pronóstico político tiene un carácter alternativo: o la burocracia se transforma cada vez más en órgano de la burguesía mundial dentro del Estado Obrero, derriba las nuevas formas de propiedad y vuelve el país al capitalismo; o la clase obrera aplasta a la burocracia y abre el camino hacia el socialismo.


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IS

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