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Cristina

Un triunfo sin cheques en blanco

Como era previsible ganó la elección presidencial Cristina de Kirchner y el Frente para la Victoria por casi el 45% de los votos con una gran ventaja (más de 20 puntos) sobre Elisa Carrió, de la Coalición Cívica. Ganó el gobierno en forma contundente pese a la inflación, la corrupción y los reclamos salariales que cruzaron el año electoral.

¿A qué se debió esta victoria? ¿Está totalmente superada la crisis política de 2001 que desató el Argentinazo? ¿Y la crisis de los viejos partidos, en especial del peronismo? ¿Por qué la izquierda volvió a tener una baja votación? ¿Cuáles son las perspectivas?

El triunfo electoral del gobierno fue contundente pero lleno de contradicciones. Es un hecho que la mayoría de los trabajadores y sectores populares votaron a Cristina. Sin embargo, nunca hubo entusiasmo por su candidatura ni luego del triunfo hubo festejos ni grandes expresiones de apoyo. En un país acostumbrado a movilizaciones espontáneas al Obelisco por triunfos electorales o deportivos, nadie se movió de su casa. Ni un bocinazo se escuchó. Por eso el gobierno no se animó a convocar a la Plaza de Mayo, por temor a un fiasco.

Es que los trabajadores y los sectores populares que votaron por Cristina olfatean que no hay nada seguro para el futuro. Equivocadamente millones de trabajadores, que se siguen considerando peronistas, y otros sectores populares, votaron a Cristina y por la continuidad del gobierno, por comparación con el pasado reciente. En general, muchos trabajadores nos decían: “Tenés razón que este gobierno no cambió nada de fondo, pero los anteriores fueron peores”. Tal fue el desastre económico y social que provocaron las políticas de Menem y De la Rúa que millones prefirieron seguir apoyando al gobierno.

Kirchner se ha visto favorecido, desde 2003, con una coyuntura de la economía mundial de altos precios de la soja y de los productos agropecuarios y del petróleo, que son la base de las exportaciones del país. Eso permitió una relativa reactivación industrial, que dio mayor empleo, bajó en parte los índices de pobreza y desocupación, hay mayor consumo, comparado siempre con la crisis económica de la época de Cavallo y De la Rúa. Esto combinado con la política del doble discurso sobre derechos humanos, contra la Iglesia Católica, los militares y a la vieja política, que son de consenso popular.

 

Pero no son todas rosas para el gobierno. Justamente no hubo ni hay entusiasmo popular porque las masas ven que siguen la inflación, el deterioro del salario y la vieja política. Por eso hubo una parte de voto castigo en sectores de clase media popular. Como se reflejó en las derrotas que el gobierno sufrió en Capital Federal, Rosario, Mar del Plata, Bahía Blanca y, en especial, en Córdoba, donde se hizo evidente que dejaron correr el fraude a favor de Schiaretti. El gobierno para triunfar tuvo que hacer todo tipo de malabarismos. Con la política de la “billetera” siguió comprando gobernadores e intendentes. Pactaron y usaron las artimañas de todo el aparato del PJ, sus punteros y sus fiscales-matones. El Frente para la Victoria parece ser eso: un frente para ganar como sea. Por eso hizo todo tipo de alianzas, poniendo huevos en todas las canastas, con tal que se sumaran a la boleta de Cristina. En varios provincias fueron con dos boletas para gobernador, en Salta, por ejemplo, con el ex menemista Romero y contra él, y en el Gran Buenos Aires llegaron a ir a cuatro o cinco listas para intendentes, en Lanús con Quindimil, que finalmente perdió y con su opositor, en las famosas “colectoras”.

La que se vio beneficiada con el voto castigo de los sectores medios, fue Carrió y su Coalición Cívica con el PS y otros sectores radicales (Stolbizer) o ex PJ. La Coalición es una bolsa de gatos, mezcla de centro izquierda y centro derecha. Por eso no tiene solidez como oposición patronal de recambio. A tal punto que a las 24 horas de las elecciones, Carrió anunció que no se presentará más de candidata a nada. Lo que ha provocado un cimbronazo en sus filas.

La pobre elección de Lavagna, mostró, entre otras cosas, la crisis de su aliado fundamental que fue la UCR. El centenario partido patronal está en caída libre desde el fracasado gobierno de Alfonsín, que se agudizó a partir de la debacle de De la Rúa. Al punto que ya muchos se subieron al carro triunfal de Cristina, como Cobos.

La elección también mostró que no existe en el país un giro a la derecha de “mano dura”. Muchos tuvieron esa duda a partir del triunfo de Macri (PRO) en Capital. Cuestión que se disipa con el total fracaso electoral del PRO, Sobisch, Blumberg, Patti y López Murphy. Como tampoco hay espacio para el retorno del viejo peronismo menemista, ahora de la mano de los hermanos Rodríguez Saa, Puerta y otros.

Pino Solanas hizo una elección pobre a nivel presidencial con el 1,6 % y una mejor elección en Capital Federal con el 4%, logrando reelegir a Claudio Lozano, de la CTA, como diputado nacional. Muchos sectores del régimen alientan que esta pequeña coalición de centroizquierda crezca, con un discurso más nacionalista-burgués al estilo del chavismo, para intentar canalizar una futura ruptura del peronismo K y poner así una nueva valla entre las masas y la izquierda socialista y revolucionaria.

 

Por otro lado, la izquierda apenas llegó al 2% de los votos presidenciales, sumados los votos del MST, PO y el Frente de Izquierda. Aunque hubo algunas buenas elecciones parciales. Dos son las causas centrales de esta baja votación. La primera, y más importante, es que no existe una ruptura de un sector de masas con el peronismo. Todavía, aunque cada vez con más dudas, sigue habiendo una leve esperanza en que el PJ pueda traer alguna solución. Existe una contradicción entre la conciencia política y la conciencia sindical. Las luchas se mantienen, crecen los conflictos salariales pero la mayor parte de esos trabajadores a la hora de votar sigue atados a variantes patronales. Así también se mostró en Santa Cruz. En la provincia ganó el PJ y en Río Gallegos la UCR. La segunda, es que la falta de una fuerte unidad de la izquierda contribuyó a que ésta no apareciera como un fuerte polo alternativo. El frente PTS-MAS-Izquierda Socialista fue un paso pero no alcanzó. Los grandes responsables de que no hubiera una unidad superior son el MST y el PO.

 

Un periodista tituló: “Una victoria que no tendrá luna de miel”. Efectivamente. Las expectativas de millones se verán defraudas a corto o mediano plazo, por varias razones. Pero la fundamental es que el gobierno de Cristina va a continuar la política del justicialismo de gobernar para los grandes empresarios y las multinacionales, y contra los trabajadores. Ya la coyuntura económica internacional está cambiando lentamente. El imperialismo, las multinacionales y el FMI reclaman que se pague la deuda externa con el Club de París, que se aumentan las tarifas de las privatizadas y que se reduzca el gasto social. Preparan un nuevo Pacto Social con la patronal y la burocracia para ello. Cristina se comprometió a esto en sus famosos viajes al exterior. El costo lo pagará el pueblo. Las perspectivas son de complicaciones para el gobierno al calor de nuevas luchas del movimiento obrero y popular. Cuando las ilusiones se terminen, miles y miles romperán políticamente con el kirchnerismo y el justicialismo. El apoyo a ellos está agarrado con alfileres porque la crisis de 2001 y del Argentinazo, del que “se vayan todos”, está latente. Por eso la apatía electoral que batió el récord de ausentismo en una presidencial. Nadie pone cheques en blanco en nadie y menos en Cristina de Kirchner.

La izquierda y los sectores combativos del movimiento obrero y popular deben prepararse para esta perspectiva de lucha y de cambios políticos.


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