El Socialista

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Mercedes Petit

25 de mayo de 1810

Tiempos de revolución

En 1810 hubo cinco revoluciones en los dominios coloniales españoles en América. La nuestra inauguró el gobierno de los patriotas criollos. La plena independencia costaría largos años de lucha y sacrificios.

Dibujo de época en tinta china realizado por Nicolás Cotanda

Dibujo de época en tinta china realizado por Nicolás Cotanda

El Virreinato del Río de la Plata se había constituido en 1776. La mayor parte de las riquezas que se producían desde el inicio de la conquista, en 1492, iban directamente a engrosar las arcas de los reyes de España. A inicios del siglo XIX, esa opresión se iba haciendo cada vez más insoportable para la población (ver recuadro). Las masas populares (pueblos originarios, negros y europeos pobres) sufrían la peor explotación en su trabajo productivo. Los sectores privilegiados criollos, la patronal nativa, quería liberarse del peso de compartir con España las riquezas americanas. Tensiones parecidas se iban acumulando en otros centros del vasto imperio colonial.

La revolución echó al Virrey

La caída de España en su guerra con los ejércitos napoleónicos franceses, a partir de 1808, dio lugar a su creciente debilitamiento en América. Comenzaron a estallar los enfrentamientos de los criollos contra los funcionarios y comerciantes españoles. Abril: Caracas; mayo: Buenos Aires; julio: Bogotá; septiembre: Chile y Dolores (México). Solo Buenos Aires no fue sofocada esa vez. El Virrey, buscando mantenerse, convocó a un Cabildo Abierto. Luego de intentos de seguir al frente de una Junta con criollos, el Virrey cayó. El 25 de mayo una tumultuosa reunión frente al Cabildo y la insubordinación abierta de las tropas locales impusieron la Primera Junta, un gobierno de criollos, sin funcionarios de la Corona española. Esas tropas locales se habían formado para enfrentar las invasiones inglesas.

La revolución de Mayo abrió profundos cambios económicos, políticos y sociales, que se fueron dando al calor de una lucha que solo seis años después proclamaría la definitiva independencia. Se confiscaron las propiedades de los realistas, se expulsaron obispos y curas (el Vaticano prometía el infierno a los subversivos…), se abolió el trabajo obligatorio que pesaba sobre los pobladores originarios (la mita y la encomienda), se dio la libertad a los hijos de esclavos y de aquellos que ingresaran al país, se desconocieron las deudas impuestas por España. Con sacrificios enormes se pusieron en pie los ejércitos libertadores que encabezaron Belgrano, San Martín, Castelli y otros próceres. Las clases privilegiadas lograron ir acumulando riquezas, hasta adueñarse del país. Oligarcas y patrones (la burguesía) fueron entregando aquella primera independencia, para subordinarse a nuevos amos, los imperialistas ingleses primero y los yanquis luego. Una vez más son necesarias la lucha y las medidas revolucionarias (como lo fueron muchas de las adoptadas luego de mayo de 1810) para conquistar una segunda independencia.


Nahuel Moreno sobre las distintas clases en aquella época *

En principio, no existían clases nacionales, sino regionales. Había zonas económicas pero no un mercado nacional ni una burguesía nacional; cada región defendía sus intereses como conjunto, y dentro de las mismas podemos apreciar la coexistencia de distintas clases. Veamos los sectores explotadores, privilegiados. […] primero, los importadores, librecambistas furiosos [...] Segundo, los productores, subdivididos entre los que producen para el mercado regional o interno, proteccionistas a ultranza, y los exportadores, que practicaban una política oportunista […] el que surgió más unido a escala nacional fue la burguesía comercial: el gran importador de Buenos Aires, que tenía sus agentes en Córdoba, Santa Fe y Corrientes, y el gran almacenero, que vendía sus productos en cada población y era el adalid en miniatura de la libre importación a través del planteo de lo barato de sus mercancías.

[…] Del lado de los trabajadores existía un pequeño campesinado, como los quinteros y lecheros de los pueblos y ciudades, que constituían un sector bastante próspero que trabajaba para el mercado regional. En algunas provincias del interior había esclavos y peones en condición de semiesclavitud (Jujuy), y artesanos, este último sector muy importante. […]

Distintos sectores, pues, confluirán en Mayo. […] Quien resumió las aspiraciones de todos ellos, convirtiéndose en verdadero árbitro entre los mismos, fue Mariano Moreno, ilustrado abogado jacobino. […] En todos los trabajos de Moreno, algunos de los cuales contaban con la aprobación de Belgrano, Castelli y otros, se reflejaron los esfuerzos de los intelectuales revolucionarios para que el país se sumara a la marcha de los tiempos.

 

* Reproducimos estos párrafos de Método de interpretación de la historia argentina, de Nahuel Moreno, en su última edición de 1975. Con el gran avance de las investigaciones y elaboraciones posteriores de los historiadores, este trabajo de Moreno sigue siendo una sólida referencia en el análisis marxista de nuestra historia.


Por una Argentina Socialista

Muchas son las enseñanzas que nos dejó la lucha por la primera independencia de Argentina y de América Latina. El camino no avanzó hacia la formación de una América Latina unida e igualitaria, como lo planeaban los grandes próceres de la independencia San Martín y Bolívar. El capitalismo imperialista se impuso en todo el mundo. Latinoamérica fue cayendo en las garras de un nuevo dominio, transformándose cada país en semicolonia, en primer lugar del nuevo amo yanqui.

En el siglo XXI en cada rincón del planeta se vive la gran miseria que significa ese capitalismo imperialista, y está planteada la necesidad de cambios de fondo, la necesidad de una revolución socialista.

En América Latina, desde los gobiernos de Venezuela y otros países, se presenta la propuesta de un “socialismo del siglo XXI”. Sin embargo, con ese nombre se defiende la continuidad del sistema capitalista actual. Se pretende custodiar las ganancias de las multinacionales y la gran patronal, al mismo tiempo que la injerencia del Estado permitiría una distribución menos desigual de la riqueza, para el bienestar del pueblo (lo que se denomina economía mixta). Y se argumenta que “no se puede” romper definitivamente con el imperialismo y con la burguesía, que hay que transitar distintas fases o períodos, con pasos graduales, para evitar terribles males, muy superiores a los actuales.

Hace casi 200 había debates parecidos. A San Martín le decían que no se podían organizar ejércitos, que no se podía movilizar a la población para apoyarlos, en síntesis, que no se podía acabar con el yugo español con la lucha y los sacrificios de un pueblo dispuesto a ser libre. Y transcurridos dos siglos en los cuales no han hecho más que agudizarse los males que impone la explotación capitalista, vale la pena recordar que la historia demostró que sí se podía, como lo dijo y lo hizo San Martín. Que todos los pasos adelante se han logrado con revoluciones, choques y movilización.

Ahora, se trata de luchar por una Argentina y una Latinoamérica socialistas. Es posible terminar con el domino capitalista e imperialista en nuestro país, con la movilización de los trabajadores y el pueblo, con democracia obrera, y con dirigentes consecuentes dispuestos a ir hasta las últimas consecuencias para triunfar, como nuestros próceres. Dejar de pagar la deuda externa, la reestatización de todos los recursos naturales y empresas privatizadas, la expropiación de las grandes empresas multinacionales, los bancos y la nacionalización del comercio exterior, y poner en pie un plan económico que reorganizace la economía al servicio de la salud, la educación y la vivienda para el pueblo trabajador. Medidas así serían recibidas con entusiasmo por el resto de los pueblos de América latina, y permitirían extenderlas a más y más países, logrando una federación socialista latinoamericana.


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IS

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