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Señor presidente: la culpa no es de la lechuga, es de su modelo económico

Alguien dijo, a caballo de los hechos acaecidos las últimas semanas, que el presidente de La Nación en vez de parecerse a un pingüino, se asemeja más a un camaleón. No sólo porque cambia de colores según la ocasión, sino porque sus ojos, al igual que los del animalito, son independientes; es decir, uno puede mirar para un lado, y el otro para otro. Así viene actuando Néstor Kirchner.

 

Señor presidente, mientras usted habla a favor de los trabajadores y dice que está redistribuyendo la riqueza, embistió contra los empleados y funcionarios de carrera del Indec por negarse a que los números sean manipulados. Conducta que antes ya habían tenido Martínez de Hoz y Domingo Cavallo. Así, su conducta se equipara a la de personajes siniestros.

Es que el sol no se puede tapar con las manos. Podrá dibujar números, pero la única verdad es la realidad. No son los trabajadores del INDEC los responsables de que la inflación suba y suba. Tampoco la noble lechuga que aumentó un 120% pero sólo oficialmente se dijo que era del 9 porque se la promedió con otros precios menores. Es el modelo económico que usted encarna el que está haciendo estragos en las economías populares.

 

Para intentar amortiguar los efectos de su intervención en el INDEC, señaló ampulosamente que en el Banco Central hay 33.882 millones de dólares de reservas; que el superávit fiscal fue el año pasado de 23.000 millones de dólares; que las exportaciones ascendieron a 46.000 millones; el superávit comercial llegó a 12.662 y este año la cosecha de soja será nuevamente récord con 45 millones de toneladas. Lo que no dice es que a pesar de ese “crecimiento” macroeconómico, Argentina se ha transformado en un país para ricos e inversores, mientras la mitad de la población sigue en la miseria, millones están desocupados, los salarios y jubilaciones siguen siendo de pobreza, y al dinero público y privado que muestran las estadísticas se lo siguen apropiando empresarios chupasangres, o los acreedores de la deuda externa.

 

Señor presidente, usted deberá saber también, que a los únicos que les sirve manipular datos es a los monopolios formadores de precios que van a seguir dando rienda suelta a la inflación sin que la misma se compute; y a las patronales y a su gobierno que van a evitar dar aumentos de salarios y jubilaciones acordes al verdadero aumento de los artículos básicos de subsistencia. El argumento cierto de que por cada punto de inflación hace aumentar los bonos de la deuda externa que se ajustan por el CER, es fruto de la famosa “quita” que usted emprendió, no imputable sus nefastas consecuencias, por lo tanto, al pueblo trabajador.

Manipular datos es solo para tapar que en la Argentina del “crecimiento” sigue la famosa “injusta distribución de la riqueza”, de la que tanto se habla y poco se combate desde la Rosada.

 

La muestra de esta cruda realidad la dan noticias cotidianas: esta semana un niño de nueve meses falleció en Misiones por desnutrición; una villa incendiada mostró que 700 personas vivían debajo de un puente en pleno Buenos Aires; habitantes de Tucumán o Santiago pierden todo a mano de las aguas culpa de que no se hacen las obras; o los hospitales de Capital que postergan operaciones porque no se nombran anestesistas, entre tantos otros hechos de un país que se quiere ocultar.

 

En vez de manipular, dibujar, ocultar, culpar de males a trabajadores o seguir destinando el dinero que ellos mismos producen a los que se siguen beneficiando desde hace años con el neoliberalismo, la salida pasa por emprender otro rumbo.

En vez de acuerdos de precios que nadie respeta, habría que imponer precios máximos, bajo apercibimiento de aplicar la Ley de Abastecimiento, que faculta incautar mercaderías y alimentos para ofrecerlos a precios populares; cerrar establecimientos e incluso meter presos a los empresarios que no cumplan.

En vez de anunciar socarronamente cifras de cosechas récord, habría que obligar que los alimentos que nuestro país produce para darle de comer a 300 millones de habitantes por año, sean puestos al servicio de combatir el hambre y la desnutrición, no para los mercados internacionales vía las exportaciones.

En vez de promover techos salariales -públicos o encubiertos-, hay que llevar los salarios al valor de la canasta familiar dando el ejemplo con los trabajadores estatales y jubilados que dependen de las arcas del Estado.

A cambio de seguir renegociando los contratos con las empresas privatizadas y subsidiándolas como si fueran estatales, se deberían anular los contratos para que las mismas sean reestatizadas y así el petróleo, los ferrocarriles, teléfonos, empresas de agua, luz y gas pasen a manos del Estado, bajo control de trabajadores y usuarios, recuperando de esa forma empresas estratégicas que hoy están en manos de multinacionales.

En vez de pagar la deuda externa de contado al FMI, -y ahora cancelar la que contrajo De la Rúa con España-, habría que destinar esos enormes fondos a un plan de obras públicas -controlado por trabajadores y desocupados-, para dar trabajo genuino de una vez por todas. Y así seguir con otras medidas fundamentales.

Sabemos bien que usted emprendió otro rumbo. Solo los trabajadores y el pueblo pueden imponer hasta el final esas medidas alternativas. Por eso nuestro deber pasa hoy por contribuir a desentrañar su doble discurso, apoyar los reclamos en curso y llamar a luchar por medidas de fondo. Porque el verdadero mal, aunque todavía hoy muchos no lo crean, está en el modelo que usted encarna al servicio de los grandes empresarios, multinacionales y el imperialismo. El cual debemos cambiar con la lucha popular.


Te pedimos un aporte para seguir apoyando las luchas de los trabajadores.

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