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Patricia Walsh
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Patricia Walsh

Caso López y nulidad de los indultos

"Por una navidad sin desaparición forzada, sin presos políticos, sin procesados por luchas"

Vista de la cabecera de la marcha al primer mes de la desaparición de López

Vista de la cabecera de la marcha al primer mes de la desaparición de López

Pasaron ya casi tres meses de la desaparición de Jorge Julio López. El Poder Ejecutivo nacional mira para otro lado. Juega al distraído. El Poder Ejecutivo provincial de Felipe Solá, ahora que ya sabe que termina su reinado, reconoce su fracaso. Total se va de un territorio donde todos los días se producen hechos gravísimos que demuestran la impunidad del presente. En la madrugada del día en que debía leerse el alegato de los abogados querellantes contra el genocida Miguel Osvaldo Etchecolatz, en la ciudad de La Plata, algo muy grave le sucedió a Julio. Nunca llegó a la audiencia del tribunal donde lo esperábamos.

Yo estaba presente en esa sala del juicio, en el edificio de la Municipalidad de La Plata. Tito, como le dicen sus seres queridos, no llegaba. Y no llegó.

Había una razón poderosa para que responsables de crímenes impunes y cómplices de la impunidad, se llevaran a Julio: el alegato, que no obstante se pudo hacer igual, como si él hubiera estado allí. Y ese alegato permitió lograr una condena histórica. Por primera vez en un juicio en la Argentina -y por primera vez en el mundo, tratándose de la Justicia del mismo país donde ocurrieron los crímenes- se escribió en la sentencia la palabra genocidio. La reclusión perpetua para el asesino, la cárcel común, fueron el resultado de la enorme lucha colectiva donde ya está escrito el valiente testimonio de Julio.

Pero hoy él no está con su familia para pensar cómo pasar la Navidad, el Año Nuevo. Cuando escribo estas líneas sigue desaparecido. Otra vez ausencia forzada de personas, ahora en democracia, nada menos que durante el gobierno que dice sostener en alto la bandera del respeto a los derechos humanos.

Precisamente durante la presidencia de Néstor Kirchner, que todo el tiempo abusa del discurso para hacerle suponer al pueblo un compromiso que no tiene y que no tuvo. Que no tendrá.

El presidente Kirchner es responsable político de lo que ocurre con la investigación de la desaparición de Julio López y de la falta de información sobre el tema. Es el responsable porque gobierna. Y el que gobierna no puede ser nunca ajeno a la impunidad que continúa causando hechos tan graves. Resulta responsable porque Julio no aparece, mientras se investiga averiguando un paradero -que no constituye un delito- y no se reconoce el caso como ausencia forzada.

Es responsable porque el aparato represivo sigue impune, porque las medidas adoptadas nunca fueron estructurales, sino meros maquillajes, porque no anula por decreto los indultos a los genocidas, no impulsa tampoco su nulidad legislativa, no permite que su bloque mayoritario de la Cámara de Diputados de la Nación se disponga a ocupar sus bancas para aprobar el proyecto legislativo sobre la nulidad.

No lo hace por decreto, no lo impulsa por ley. Pero el proyecto legislativo sobre nulidad existe, y es el mismo que redactamos nosotros cuando ocupamos una banca que dio tanta pelea, la banca legislativa que logró la nulidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida en agosto del año 2003.

¿Qué tiene que ver la desaparición de Julio López con la nulidad de los decretos de indultos, que exigimos como urgente, y hace más de diecisiete años perdonan lo imperdonable?

Miguel Osvaldo Etchecolatz no era el genocida número uno del terrorismo de Estado en la provincia de Buenos Aires. Once campos de concentración registran que Etchecolatz era el genocida número dos, en orden de jerarquía, por los crímenes de lesa humanidad. El número 1 era el genocida Ramón Camps, y se murió indultado. Como se murieron indultados tantos otros genocidas, como Guillermo Suárez Mason, feroces genocidas y verdaderos nazis argentinos.

Hemos visto hace unos días lo que ha ocurrido con el hermano pueblo de Chile. Con 91 años, el asesino Pinochet muere sin estar condenado. Condenado en la conciencia de millones de latinoamericanos; su muerte deja una sombra que queremos que termine para siempre: el Plan Cóndor, la impunidad de la Ley de Caducidad en el Uruguay, cuya nulidad exigimos junto a los luchadores uruguayos, los indultos en la Argentina, que incluyen también a genocidas uruguayos.

Los crímenes de lesa humanidad no prescriben. No se pueden indultar ni amnistiar. Son imprescriptibles. El instrumento para terminar con esto existe. El proyecto legislativo para anular los indultos a los genocidas tiene estado parlamentario. Se ha vuelto a presentar a pedido del espacio Memoria, Verdad y Justicia, y el 18 de noviembre se pidió su tratamiento en la Cámara de Diputados de la Nación.

Estuve allí esa mañana. Los 115 diputados nacionales del Bloque Partido Justicialista-Frente para la Victoria, el bloque mayoritario de la Cámara, estuvieron todos ausentes. Son una verdadera vergüenza, y sus acciones se inscriben hoy en la complicidad con ese perdón a los asesinos. Los que usan los derechos humanos para el chamuyo, para sus falsas campañas electorales, para obtener los votos y vaciar las bancas cuando es preciso anular indultos de asesinos, son los responsables de un país que sigue enfermo de impunidad.

Por eso marcharemos juntos el 18 de diciembre. Por eso marcharemos juntos nuevamente el 20 de diciembre. Por eso seguiremos exigiendo, para tener una nueva sesión especial, por la nulidad de los indultos, antes del próximo 24 de marzo. Por eso preparamos desde ahora ese nuevo 24 de marzo. Porque la impunidad de ayer es la impunidad de hoy. Por eso denunciamos con nombre y apellido a los responsables políticos, Néstor Kirchner y Felipe Solá. Por eso denunciamos que el aparato represivo sigue impune. Y reclamamos y cantamos: “Ahora, ahora, resulta indispensable, aparición con vida, el gobierno es responsable”.

Queremos un país donde se pueda celebrar la Navidad y el Año Nuevo sin desaparecidos, como ahora Julio. Sin presos políticos. Sin miles de procesados por participar en las protestas sociales. Mientras eso no ocurra estaremos siempre en las calles. Y estaremos llamando a construir la unidad que nos hace siempre falta para terminar con el país enfermo de impunidad. Queremos un país distinto y una izquierda que pueda expresar mejor estos sueños y hacerlos cumplir. Ese tiene que ser nuestro compromiso.


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