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Miguel Lamas

Elecciones en Nicaragua

El retorno de Daniel Ortega

Con un 40% de los votos, Daniel Ortega, el dirigente del FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional), fue electo presidente. Una de sus primeras declaraciones fue decirle a Jimmy Carter, ex presidente yanqui, que quería “trabajar en armonía con el gobierno de Estados Unidos”.

Muchos recibieron esta noticia con alegría. Es fuerte el recuerdo de aquella revolución nicaragüense de 1979. Sin embargo, lamentablemente, la dirigencia actual del FSLN, en particular Daniel Ortega, están muy lejos en sus actitudes y acción política de aquellos guerrilleros de hace 25 años.

Ortega llega al poder acompañado, en la vicepresidencia, por Jaime Morales Carazo, quien fuera dirigente político de la Contra (movimiento armado y apoyado por Estados Unidos que invadió Nicaragua en los 80 para derrocar a los sandinistas). Otro hecho une a estos dos hombres. Morales Carazo fue dueño de la misma mansión que ahora es propiedad de Daniel Ortega. La revolución expropió a los líderes Contras, incluída la vivienda de Morales Carazo, pero en lugar de convertirse en propiedad estatal, terminó en manos de Ortega.

¿Izquierda?

La prensa habla de que “ganó la izquierda”. El presidente Chávez de Venezuela, le lavó la cara con su apoyo político y económico. Pero a Ortega lo único que le queda de izquierda es el nombre de su partido. Además de aliarse al ex dirigente Contra, Ortega se pronunció públicamente contra el aborto, incluso por razones terapéuticas.

En 1998 hizo un pacto con el presidente de entonces, Arnoldo Aleman, para alternarse en el poder y repartirse “equitativamente” el control de las instituciones y sus consiguientes beneficios. Se dice que Ortega no solo es dueño de esa mansión, es hoy uno de los hombres más ricos de Nicaragua. Su compinche, Aleman, terminó preso por ladrón condenado a 20 años de cárcel.

El pacto del 98 con Aleman significó un cogobierno, con el apoyo a todas las política neoliberales que hundieron a Nicaragua aún más en la miseria. Ortega apoyó el tratado de Libre Comercio que firmaron los países centroamericanos con Estados Unidos. Nicaragua es uno de los tres países más pobres de América, junto con Haití y Bolivia. Uno de cada tres nicaragüenses está desnutrido y el 10% más rico se queda con el 45% del escaso ingreso nacional.

Ante este panorama el ahora presidente esgrimió en su campaña el lema “Unida Nicaragua triunfa” y “todos somos hermanos”. El cura y poeta sandinista Ernesto Cardenal dijo de esto: “Hablar de “Nicaragua unida” no es revolucionario. ¿Unión de explotadores con explotados? ¿Unión con ladrones, somocistas, criminales? ¿Abrazo de ricos y pobres? ¿Es esto sandinismo?”.

Por cierto que los otros candidatos, dos de expresiones de derecha, y una escisión centroizquierdista del sandinismo, tampoco fueron alternativas. Pese a todo lo que hizo Ortega sigue teniendo el poderoso simbolismo del FSLN, que sigue vigente en un pueblo que ha luchado tanto y no se resigna a la injusticia y opresión. Por eso recibió el voto mayoritario de los trabajadores y pobres.


La revolución traicionada

El 19 de julio de 1979 la insurrección popular acaudillaba por el FSLN terminaba de aplastar militarmente a la Guardia Nacional somocista. Caía así la dinastía proyanqui que había reinado durante más de medio siglo en Nicaragua.

El triunfo abrió inmensas esperanzas y posibilidades en una Latinoamérica plagada de dictaduras. Hubo muchos latinoamericanos que fueron a combatir bajo la disciplina militar del FSLN. Entre ellos, centenares de combatientes de la Brigada Simón Bolivar organizada por la corriente trotskista revolucionaria encabezada por Nahuel Moreno.

En su lucha, las masas trabajadoras liquidaron el Estado burgués nicaragüense, aniquilaron su ejército, se armaron parcialmente y comenzaron a ocupar tierras y fábricas, y a fundar sindicatos. Estaban en muy buenas condiciones para empezar a dar pasos en la construcción del socialismo, expropiando a terratenientes y capitalistas, como lo había hecho Cuba en la década del sesenta.

La política del FSLN fue la opuesta. Formó el Gobierno de Reconstrucción Nacional con los principales representantes de la minúscula burguesía antisomocista. Reorganizó a los milicianos armados del FSLN como una policía y un ejército burgueses. Las expropiaciones a los somocistas se redujeron al mínimo. Siguió la sumisión al FMI aceptando pagar la deuda externa de la dictadura.

La Brigada Simón Bolívar que apoyaba la formación de sindicatos y las tomas de tierras y fábricas, fue expulsada del país.

Fidel Castro apoyó esa política diciendo que “Nicaragua no debía ser otra Cuba” (Juventud Rebelde, 29/7/79).

Pese a todos los gestos de buena voluntad de los sandinistas, Reagan montó la invasión “contra”. El heroísmo y movilización del pueblo nica logró derrotarla, al precio de 30.000 muertos. Pero la política somocista de conciliación con la burguesía y el imperialismo; de salvaguarda del capitalismo hizo que las condiciones de vida cayeran por debajo de Haití. En 1990 el candidato presidencial del FSLN, Daniel Ortega, fue derrotado por su antigua compañera en el GRN Violenta Chamorro. En 1996 perdió ante Aleman y en 2002 ante Enrique Bolaños.


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