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Escribe:
Jose Castillo

Kirchner le dejó un mensaje a los empresarios yanquis

“Que vengan a ganar mucha plata”

El centro de la visita de Kirchner a Nueva York fueron sus reuniones con empresarios de todo pelaje, como el escuálido venezolano Cisneros o el fascista argentino Hadad. Tuvo tiempo también para tranquilizar a lo más selecto de los representantes de la comunidad judía yanqui sobre la posición argentina frente al conflicto de Medio Oriente. Y hasta se dio el lujo de tocar la célebre “campanita” con que se abren y cierran las sesiones en la Bolsa de Valores de Wall Street, honor reservado a los presidentes que defienden “el mundo de los negocios y la libertad de mercado”

El matrimonio Kirchner, junto al presidente de la Bolsa de Valores de Nueva York

El matrimonio Kirchner, junto al presidente de la Bolsa de Valores de Nueva York

Mientras los inversores privados yanquis se la pasaban exigiéndole a la Argentina el mismo paquete de medidas que acompaña cada una de las “recomendaciones del FMI” (aumento de tarifas para los servicios públicos privatizados, un marco regulatorio más estable -léase favorable para los pulpos- y la eliminación de cualquier política de administración de precios), el discurso de Kirchner tuvo un eje único: “Quiero que ganen mucha plata”.

Kirchner se desbarrancó en su gesto demagógico hacia los supuestos inversores. “No hay ni habrá control a los capitales”, les dijo. Incluso hizo suya la agenda de reclamos de los pulpos. Los tranquilizó señalándoles: “En la Argentina no hay control de precios, hay seguimiento, y será sólo hasta 2007 para evitar problemas en las elecciones”. Claro que todo esto no le evitó que los diarios más vinculados al establishment financiero yanqui lo humillaran, incluso con caricaturas, como lo hizo el Wall Street Journal en su edición del jueves.

Parece increíble que después de lo que pasó con las privatizaciones y la fuga de capitales de 2001, Kirchner vuelva con la mentira de que con inversiones extranjeras podemos salir adelante. Y encima, todo no es más que una pantalla de humo. Recordemos lo que pasó hace algunos meses con las famosas inversiones millonarias que vendrían de la China. Jamás aparecieron. Incluso algunos de los anuncios actuales rozaron directamente el papelón, como cuando el ministro De Vido anunció que Oxy iba a invertir 1.000 millones de dólares y después el propio empresario lo desmintió, señalando que eran sólo 200 y que no tenían nada que ver con la “gira yanqui”, ya que habían sido acordados previamente en Buenos Aires.

Lo más patético de la visita presidencial fue cuando Kirchner pronunció la frase que encabeza este artículo. En la misma sede de la Bolsa de Valores de Wall Street, hogar de los fondos buitres que por meses intentaron embargar como fuera a la Argentina, Kirchner se lamentó por “habernos ido de los mercados”. Humillante. Pidió disculpas por el único y retaceado gesto soberano de la Argentina desde la guerra de Malvinas, cuando bajo la impresionante presión popular del Argentinazo se dejó de pagar una parte de la deuda externa.

En la Asamblea General de la ONU

Kichner también aprovechó la visita para “recomponer” la relación con el gobierno de Bush, dañada después de la Cumbre de Mar del Plata. Acá su frase clave fue: “Estados Unidos podría ayudar mucho al crecimiento del país”. En su entrevista con Thomas Shannon, subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental, ambos destacaron la importancia que la normalización del pago de la deuda externa y el compromiso de pago con el Club de París tuvieron para “descomprimir la relación” entre los dos países. Shannon dijo: “Estamos muy interesados en las conversaciones que Argentina mantiene con inversores norteamericanos”. Y puso de relieve el “rol que tiene la Argentina en la región”.

A Kirchner le encantan los escenarios y los discursos. Y qué mejor oportunidad que la Asamblea General de la ONU. Pero esta vez, obediente, optó por el bajo perfil. Tenía que demostrar su rol de “moderado” que aporta al “equilibrio regional”, junto con Lula. Mientras Chávez despotricaba contra Bush (“por acá pasó el Diablo y todavía se siente el olor a azufre”) y Evo Morales revoleaba hojas de coca, el presidente Kirchner cumplió a la perfección su rol de “presidente prolijo” al servicio de la estabilidad continental y de las ganancias de los pulpos imperialistas.

Por eso Riordan Roett, experto en América Latina de la Johns Hopkins University, opinó que “no hay que preocuparse… Después de Chávez y Morales, y ni qué decir del presidente de Irán… ¡el mensaje de Kirchner fue tranquilo! (La Nación, 23/9). Es que Kirchner se dedicó a hablar de las bondades del superávit fiscal y de las extraordinarias posibilidades de ganancias que brinda la Argentina para los inversores.

¿Dónde quedaron las bravuconadas?

Kirchner, con su doble discurso, suele posar de “setentista” en sus intervenciones locales. Quizás la mejor síntesis fue la de un periodista que, acreditado para seguir la gira, destacó: “De setentista lo único que tiene es el saco cruzado y los mocasines”.

Nada podemos esperar de estas visitas. No es con promesas de inversiones extranjeras, ni con llamados a que los Estados Unidos “presten atención a la región”, ni mucho menos pagando la deuda externa va a haber salida para las necesidades populares. La visita de Kirchner a los Estados Unidos sigue los mismos lineamientos de los años 90, cuando con menos pruritos, otros gobernantes hablaban de “relaciones carnales”. Las mismas que con Kirchner se han vuelto a reflotar descarnadamente.


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