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Panorama político

Después de la Plaza

Kirchner hizo una demostración de fuerza el 25 en la Plaza. La cuestión es ver en profundidad que mostró el acto. El presidente dijo “volvimos”. ¿Volvió el peronismo del 45 o de los 70? ¿El peronismo recupera su base obrera y popular? ¿Kirchner se está transformando en un nuevo líder de masas?

Alfajores que se vendían en la Plaza de Mayo

Alfajores que se vendían en la Plaza de Mayo

No hay duda que se llenó la plaza. Se fortalecieron el gobierno y el plan de la reelección de Kirchner del 2007. Pero la cuestión es ver hasta dónde el presidente, el PJ y el gobierno tienen asegurado el futuro. El gobierno, exultante, dio la cifra de 350 mil personas y que era una manifestación con grandes franjas “espontáneas”, que fueron a apoyar su gestión de tres años. Y por eso se animó a hablar de un proyecto “plural”.

Sobre los números, nunca fueron 350 mil personas. Lo máximo que lograron fueron unas 120 mil. En el perímetro de la Plaza, calculando por metro cuadrado y gente, solo cabían unas 66 mil personas. A los cuales se les puede sumar unas 30 mil más que ocupaban los primeros 150 metros de Avenida de Mayo y las dos diagonales. Y otras 20 mil que paseaban por la Avenida 9 de julio, ya que miles vinieron del interior de la provincia de Buenos Aires y de todo el país.

Un acto garantizado por el aparato del PJ

El gobierno hizo un gasto tremendo en campaña publicitaria pensando en que fueran miles en forma independiente, por sus propios medios. Para ello tiró la zanahoria de un recital musical con artistas populares como Soledad, Mercedes Sosa, Alejandro Lerner, Víctor Heredia, orquestas de tango, entre otras. Pero nada de ello logró acercar mucha gente por sus propios medios.

El grueso de los presentes fue llevado por centenares de micros y decenas de trenes, pagados por los gobernadores, intendentes, senadores, diputados y la burocracia sindical del PJ. Para lograr 120 mil personas tuvieron que movilizar gente de Córdoba, Santa Fe, San Juan, Chubut, Santa Cruz y otras provincias. También de todas las ciudades del interior de la provincia de Buenos Aires. Se notaba que grupos de gente abandonaban la plaza para pasear por el Obelisco, Corrientes y la 9 de julio, esperando la hora de salida de los micros.

Tampoco la burocracia de la CGT y los sindicatos logró fuertes columnas. Fue evidente que los dirigentes sindicales no pudieron convencer a sus bases, ni pagando el micro y algún choripán, para que el 25 fueran a la Plaza. El grueso de la gente parecían familias o jóvenes de los barrios y del interior. En ese sentido se puede decir que el movimiento obrero sindicalizado no estuvo masivamente el 25.

Fue el acto del pacto de Kirchner con el viejo PJ, con los gobernadores (muchos ex menemistas), de los intendentes y legisladores ex duhaldistas. No apoyaron solamente Rodríguez Saá y Romero de Salta.

¿“Volvimos” a las viejas plazas del peronismo?

Kirchner en una parte de su corto discurso dijo “volvimos”. Muchos interpretaron que quiso señalar la vuelta a la plaza como en el 73 y el 74 con Perón. Pero luego el mismo presidente aclaró que dijo “volvimos, porque los últimos recuerdos populares en la Plaza están asociados a la tragedia del 2001, cuando todo se vino abajo. Ahora algo cambió” (Clarín, 28-5-06).

Efectivamente la plaza del 25 no tiene nada que ver con las viejas plazas del auge del peronismo, cuando las masas irrumpían sin necesidad de pagar micros o bolsitas de sándwiches de milanesa y alfajores, como ahora. Nada más lejos de la plaza del 45, con miles de obreros movilizados en huelga pidiendo por la libertad de Perón. O las del 55 antes del golpe gorila. Ni las plazas de 73 y 74 en el retorno de Perón al país y luego al gobierno después de 18 años de exilio. O las multitudinarias concentraciones de 400 o 500 mil personas en la 9 de julio. Entonces la mayoría de los trabajadores y los sectores populares creían en Perón y en el peronismo como una fuerza política que recuperaría sus viejas conquistas sociales. Por eso eran plazas entusiastas con estriestribillos que eran voceados por miles como “Perón, Perón, que grande sos”, “Patria sí, Colonia No”, o en 1973 gritando “Perón, Evita, la patria Socialista”.

Este 25 de mayo no existió ningún fervor ni entusiasmo. No se coreó ninguna consigna. Ni siquiera por Kirchner. Por eso el mismo presidente tuvo que aclarar el significado de su “volvimos”. El gran éxito fue que, con todo el aparato a su servicio, lograron hacer un acto en la plaza con los viejos políticos justicialistas y burócratas traidores del movimiento obrero sin que se los chiflara o corriera a patadas, como pasaba en los primeros meses después del Argentinazo. El 19 y 20 de diciembre, espontáneamente, miles de personas coparon la plaza para gritar “que se vayan todos”, no solo De la Rúa, sino todos los políticos radicales y justicialistas.

Este es el único gran logro de Kirchner y de su gobierno. Aprovechando una coyuntura económica internacional favorable por la venta de las materias primas a valores altos, Kirchner puede mostrar una cierta recuperación económica y la patronal tuvo que ir cediendo aumentos salariales a lo largo de los últimos dos años ante la presión de las luchas obreras y populares. Esto Kirchner lo viene acompañando con medidas cosméticas, de cierto impacto, sobre derechos humanos, y un doble discurso en donde por un lado, ataca al FMI y, por otro, le paga por adelantado la deuda. Agitando que de esa forma “nos independizamos”, mientras cada vez hay más pobres en la Argentina. Todo este accionar político crea confusión y ciertas expectativas de que Kirchner pueda producir un cambio.

No vuelve el peronismo de las conquistas sociales

Ni el gobierno de Kirchner ni el acto del 25 son una demostración de que vuelve el peronismo de las viejas conquistas sociales ni nada que se le parezca. Por eso mientras las encuestas siguen dando altos índices de popularidad del presidente y su esposa, no logran hacer una plaza con 120 mil personas entusiastas para vivarlos. Ni que miles concurran por su cuenta para apoyarlo.

El peronismo se fue transformando desde su gobierno en los 70 en un partido agente del imperialismo y los grandes grupos económicos. Dejó de ser el nacionalismo populista de los 50. Por eso, bajo el gobierno de Isabel Perón en 1975, se hizo la primera huelga general contra un gobierno peronista, el Rodrigazo. Y en los 90 eso se profundizó con el gobierno entreguista de Menem-Duhalde.

Con el Argentinazo, el PJ y la Alianza (UCR-Frepaso) quedaron muy debilitados porque fueron gobernando para el FMI y las multinacionales. Kirchner, con el apoyo de la burocracia sindical que viene evitando una huelga general desde entonces, logra tener un cierto consenso popular por todo lo señalado. Pero las masas siguen odiando a los gobernadores, a los intendentes y a los traidores justicialistas del movimiento obrero. La crisis de fondo del peronismo no ha sido superada. Por eso, también, Kirchner se cuidó mucho de evitar un palco y la foto con personajes como De la Sota, intendentes como Curto, Quindimil, Cariglino o los Barrionuevo, Pedraza o Cavalieri. Y puso en el palco a Hebe de Bonafini y a Estela de Carlotto.

Tarde o temprano finalmente el gobierno de Kirchner va a mostrar su verdadero rostro. De que se trata de otro gobierno al servicio de los grandes grupos económicos, de las privatizadas, de los banqueros y del FMI. Cuando llegue ese momento, miles y miles romperán abiertamente con Kirchner y su gobierno. La crisis del peronismo, de ruptura de las bases con sus dirigentes, se retomará con una fuerza incontenible. Una nueva decepción política (antes fueron Alfonsín, Menem y De la Rúa) provocará grados de bronca y odio inimaginables. Se abrirá, entonces, un nuevo momento político en el país, que favorecerá el surgimiento de una nueva dirección política y sindical de los trabajadores y la izquierda.

Los cambios de fondo vendrán de la mano de los trabajadores

Sabemos que muchos trabajadores y sectores populares que ven con cierta simpatía a Kirchner, el acto los dejó con muchas dudas y más después del pacto con la burocracia sindical para imponer el tope del 19% al aumento salarial, cuando cada vez la plata alcanza menos.

Tenemos que abrir un dialogo con esos trabajadores para mostrarle el trasfondo de la Plaza, que sirve para que el gobierno esté más fuerte para seguir con un modelo económico para los de arriba, para los ricos y no para el pueblo. Pacientemente hay que explicar que desde el MST-El Socialista consideramos que solo habrá una solución en el país cuando gobiernen los trabajadores, que son los que nunca gobernaron. Que no va más el PJ, reciclado o recauchutado por Kirchner, como Frente para la Victoria. Necesitamos fortalecer una nueva alternativa política de los trabajadores y la izquierda, sin burócratas ni políticos patronales. En ese camino, ahora hay que luchar por un aumento de salarios acorde a la suba de la inflación, sin topes de ninguna naturaleza. En defensa de la salud, la educación, por trabajo y contra los despidos. También hay que aprovechar el impacto de la nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia para lanzar un movimiento unitario para exigir al gobierno que reestatice YPF bajo control de los trabajadores y para que el petróleo se ponga al servicio del país y del pueblo y no de las ganancias de la multinacional Repsol, entre otras urgentes demandas.


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