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20200127 No hay plata en los bolsillos de los trabajadores

 

20200122 Monica Schlotthauer

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Pocos días después de aquel domingo 7 de julio, Moreno redactó un texto breve definiendo la nueva situación. En noviembre presentó un extenso informe oral en un plenario nacional. En él analizaba la crisis del país, las distintas etapas de lucha del movimiento obrero, las características centrales del nuevo gobierno de los radicales del pueblo, así como las propuestas para responder a la incipiente recuperación de los trabajadores luego de la derrota de 1959, y avanzar hacia una salida revolucionaria y socialista.

En abril de 1964, Palabra Obrera editó estos dos trabajos, junto con dos editoriales del periódico de marzo de 1964, que respondían al plan de lucha lanzado por la CGT, con el título Argentina, un país en crisis, para orientar la actividad del partido en el nuevo período. Esta es la primera vez que se reedita desde entonces.

Palabra Obrera y el entrismo al peronismo

Puede llamar la atención del lector que Moreno se refiere en su informe al peronismo como “nuestro movimiento”. En 1963 estaba agotándose el período de entrismo al peronismo iniciado en 1959 y que formalmente finalizó en 1964. Siendo una de las tácticas más debatidas -y criticadas- de nuestra trayectoria, vale la pena detenerse en ella.

Al calor de la Resistencia y la recuperación de los sindicatos y la CGT intervenidos, surgieron y se consolidaron las 62 Organizaciones peronistas, entre 1956-57. A partir de ese nuevo proceso, Palabra Obrera, que había comenzado a impulsar el MAO (Movimiento de Agrupaciones Obreras), discutió e impulsó una táctica entrista en el peronismo. La misma se inscribía en una característica de la corriente que encabezaba Moreno: la búsqueda permanente de tácticas sindicales y políticas de la más diversa índole para ligarse a los trabajadores -en este caso peronistas-, impulsar las luchas, aprovechar aperturas electorales o resquicios de legalidad burguesa, o impulsar la unidad de sectores obreros de distintos signos políticos.

 Así lo explica Ernesto González:

“Desde 1954 nuestro partido venía considerando al movimiento peronista como la expresión de la resistencia de distintos sectores sociales –una parte de la burguesía y la pequeña burguesía, apoyándose en la amplia mayoría de la clase obrera- al sometimiento del país al imperialismo yanqui. Al respecto no nos hacíamos ninguna ilusión: se trataba de un movimiento nacional dirigido por la burguesía. No lo considerábamos ni un partido revolucionario, ni un partido de la clase obrera. La política de entrar al PSRN (Partido Socialista de la Revolución Nacional), la acción contra los golpes gorilas y contra la “Libertadora” y la creación del MAO, fueron pasos basados en esa caracterización, orientados a buscar que los trabajadores se dieran una política y dirección independientes de la burguesía.

“Nuestra nueva táctica, de entrismo al peronismo, seguía la misma orientación general, pero considerando las características que había tomado la reorganización de los trabajadores en la lucha contra la ‘Libertadora’.”

 La dirección del POR-Palabra Obrera sintetizó la nueva orientación en un texto de mayo de 1958 diciendo que “se trata de un proceso de asimilación de elementos extraños al trotskismo –los militantes peronistas-, como todo proceso se trata de ser cuidadoso pero inflexibles en nuestro objetivo: disciplinar y captar estos elementos para la fracción trotskista del peronismo”. Y en agosto de 1958 describía así las tareas fundamentales: “[...] lograr la estructuración de una corriente de clase, y llevar a la clase obrera a una política independiente. Todo esto para: a) reforzar y hacer avanzar el proceso revolucionario, y b) fortalecer el trotskismo como organización bolchevique, única garantía de la revolución.”

Más adelante sigue González:

“Es decir, entramos a las organizaciones obreras que actuaban dentro del peronismo, especialmente en las agrupaciones formadas por los mejores activistas. Al respecto, hay que señalar que, durante su proscripción en esos años, el movimiento peronista no contaba con una estructura centralizada y disciplinada. Las muchas agrupaciones que se reivindicaban peronistas, fuera de su invocación a Perón como líder máximo, de hecho actuaban siguiendo cada una a su propia orientación y disciplina interna. Los “comandos tácticos” y “superiores”, a lo sumo, lograban coordinar, mediante acuerdos, la acción de varias de esas corrientes. El representante oficial de Perón en ese entonces, John William Cooke, de una u otra forma dejaba traslucir en su correspondencia la imposibilidad de imponer una disciplina a las distintas corrientes y organizaciones. Sin duda, Perón sacaba provecho de esta situación, para maniobrar por “derecha o izquierda”, según las circunstancias, y hasta cierto punto fomentaba esa falta de ‘estructura orgánica‘. Pero el hecho es que resulta difícil encontrar un ejemplo más claro de “movimiento”, como algo distinto a un partido organizado, que el caso del peronismo de aquellos años. Como parte de ese movimiento, la reorganización de los trabajadores bajo la ‘Libertadora’ había dado origen a las agrupaciones obreras peronistas y las 62, que tomaban y seguían sus propias decisiones, y en ellas entró Palabra Obrera.

“Es así que, durante el entrismo en el peronismo, nuestro partido tuvo un grado de independencia mayor que el que tuvieron, por ejemplo, los trotskistas ingleses que actuaron dentro del Partido Laborista británico. No participábamos de células u organismos de un partido que nos votasen orientaciones. Fuera de algunas concesiones formales –decirnos “peronistas”, poner a nuestro periódico “bajo la disciplina del general Perón”, no atacar abiertamente su figura, cantar la Marcha, “sacarnos el saco”  en los plenarios-, las posiciones, actividades y declaraciones de Palabra Obrera fueron producto de nuestros propios análisis y decisiones. Y, como hemos señalado en cada caso, esto implicaba diferenciarnos y criticar públicamente a las corrientes del peronismo y las directivas del mismo Perón, muchas veces de manera frontal. No hubo ninguna concesión programática, ni a la conciliación de clases ni a la dirección burguesa del peronismo.”1

Recordar estos textos no pretender negar u ocultar que en Palabra Obrera se hayan cometido errores, o que hayan existido desviaciones y crisis, tal como se lo ha ido señalando y debatiendo a lo largo de nuestra trayectoria. Era imposible que no se dieran, en la medida que el partido actuaba en la lucha de clases, sometido a la presión de los trabajadores peronistas y su conducción burguesa y sindical burocrática, a la que se sumó la del foquismo guevarista engendrado luego del triunfo de la Revolución Cubana.

En ese sentido, la activa participación en la resistencia a la “Libertadora”, desde fines de los cincuenta, para la recuperación de los organismos obreros intervenidos, fue llevando al partido a una desviación sindicalista. Y 1962 fue el año más crítico. En el Perú, mientras Hugo Blanco estaba siendo acorralado por el Ejército luego del proceso triunfante de la toma de tierras por los campesinos de La Convención y Lares2, se dio una desviación putchista, con las dos expropiaciones bancarias3. En Argentina se dio primero una desviación militarista de varios meses, y luego un giro oportunista alentando expectativas falsas hacia la conducción burocrática que impulsó el programa de Huerta Grande. Y durante un período se dejaron de lado las definiciones y orientación inicial del entrismo junto a los obreros peronistas, para impulsar una equivocada actividad de “entrismo orgánico” en la Juventud Peronista, que puso directamente en peligro la existencia misma de Palabra Obrera. Durante ese año Moreno estuvo casi todo el tiempo preso, primero en Bolivia, y luego en Buenos Aires. Y la situación se agravó aún más cuando el otro principal dirigente Ángel Bengochea, en un viaje a Cuba realizado para buscar ayuda para Hugo Blanco, fue ganado por las posiciones del guevarismo foquista.

La ruptura de Bengochea en 1963 coincidió con el rearme de Palabra Obrera, que se expresó en el folleto que estamos reeditando. En este torbellino de fenómenos que sacudían a América Latina y a la Argentina, el entrismo fue una táctica importante, que dio grandes frutos, y que fue perdiendo su sentido a medida que el peronismo se fue reintegrando al régimen burgués, aunque siguiera siendo la conducción mayoritaria del movimiento obrero. Moreno definía al movimiento peronista, en lo político, como “la expresión patronal del pueblo argentino”.

Palabra Obrera comenzó a orientarse hacia la liquidación de la experiencia entrista en 1963 y a fines de 1964 fue formalmente cerrado ese período. Así lo analizó el trabajo histórico de Ernesto González:

“El entrismo se había basado en dos características, íntimamente ligadas entre sí. La primera, que el peronismo, como unificador de la mayoría de la clase obrera, pese a los intentos disgregadores de sus direcciones burguesas y burocráticas, tras la caída de Perón no había sido integrado al régimen semicolonial por la burguesía. El pánico a que un triunfo electoral peronista abriese las puertas a un ascenso obrero que su dirigencia no pudiese controlar, había impedido la integración desde 1955. El segundo aspecto era que esa proscripción, a su vez, impidió que se fortaleciera la estructura típica de los partidos políticos burgueses, con sus organismos, disciplina, dirigentes de comité, etcétera. Los verdaderos organismos de masas del movimiento peronista fueron las organizaciones obreras, y no el aparato partidario. Por eso se trató de un entrismo muy particular, centrado fundamentalmente en las agrupaciones sindicales del movimiento obrero, políticamente unificado alrededor del peronismo, y no en los organismos partidarios -salvo la desviación oportunista de 1962-. Desde 1957 hasta 1964, Palabra Obrera mantuvo una independencia completa, ya que durante la proscripción del movimiento peronista todas sus alas y tendencias gozaban de una total libertad organizativa y política. La integración del peronismo al régimen, ahora posible gracias a seis años de retroceso de la clase y el hundimiento del Plan de Lucha, barría con ambas características. La legalización del Partido Justicialista significó que el peronismo dejaba de estar fuera del régimen, y se institucionalizaba como partido electoral burgués, con sus órganos y estatutos, dirigentes legales y disciplina, para garantizar el control sobre sus bases obreras. Todo ello para apuntalar al régimen semicolonial argentino. Para Palabra Obrera era el fin del entrismo que había practicado, ya que no iba a disciplinarse políticamente a una dirección burguesa, y las posibilidades de seguir declarándose peronista, sin acatar esa disciplina, de ahí en más desaparecían.”4

El tomo 2 que ya citamos finaliza con un “primer balance de Palabra Obrera”, y una evaluación del entrismo. Señala que hubo un retroceso del movimiento obrero a partir de enero de 1959, y que el partido cayó en desviaciones sindicalistas, y dice:

“¿Significa esto que el entrismo fue equivocado? Consideramos que, por el contrario, observada a la distancia aplicar esa táctica en esas circunstancias fue muy correcto. Ellos nos permitió tener una inserción en el movimiento obrero y establecer un diálogo con los trabajadores en un grado hasta entonces desconocido por el trotskismo en la Argentina. Fue una experiencia que nos sirvió para el futuro. Las fallas que tuvimos en su aplicación no alteran esa valoración. Cierto es que, sin nuestra desviación sindicalista, tras la derrota de enero de 1959 y las que la sucedieron, hubiéramos podido resistir la nueva etapa en una mejor situación, con cuadros más consolidados, y tal vez haber conservado un mayor peso cuantitativo. Pero, cualitativamente, lo determinante fue la derrota y el retroceso de la clase.”5

Solo nos faltaría agregar que durante ese período Palabra Obrera mantuvo una intensa actividad en relación a la dividida Cuarta Internacional. Se impulsó el desarrollo de una corriente ortodoxa del trotskismo en América Latina, cuya experiencia más rica fue la rebelión campesina encabezada por Hugo Blanco en Perú. Al mismo tiempo, la crisis de la internacional significó que no existía ningún apoyo o contrapeso por parte de los partidos y dirigentes más experimentados del trotskismo para combatir errores y desviaciones en la aplicación de las distintas tácticas sindicales o políticas. Por el contrario, el proceso de reunificación que se concretó en 1963 se hizo en el marco de una capitulación al  castrismo y permitiendo la recomposición de los sectores más oportunistas y revisionistas, encabezados por Ernest Mandel. Palabra Obrera se sumó un año después, con un balance crítico de esa reunificación.

En relación al peronismo, la temprana caracterización de que había iniciado su reintegración al régimen burgués semicolonial resultó totalmente acertada. Así lo demostró con sus expectativas en relación al golpe de Onganía en 1966, y fundamentalmente con el Gran Acuerdo Nacional con el radical Balbín y el general Lanusse luego del Cordobazo, ocurrido en mayo de 1969.

Un debate entre Moreno y Santucho sobre la consigna “CGT partido obrero”

En el segundo semestre de 1964, los militantes de Palabra Obrera en Tucumán comenzaron un intercambio con una organización que tenía presencia en el noroeste, el FRIP (Frente Revolucionario Indoamericano y Popular). Había un importante ascenso de los trabajadores azucareros nucleados en la FOTIA (Federación Obrera de Trabajadores de la Industria Azucarera), y en el Ingenio San José actuaba el dirigente de PO Leandro Fote. Allí también tenía influencia Mario Roberto “Robi” Santucho, del FRIP. Se inició un proceso de debate hacia la unificación en un partido revolucionario único, cuyo congreso se realizó en mayo de 1965, dando nacimiento al PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores).

En ese congreso Moreno presentó un informe sobre el documento nacional, que se publica por primera vez en esta edición. Y lo acompañamos con las intervenciones de Santucho, que cuestionaba una de las consignas que levantará el PRT: la exigencia a la CGT de que lance un partido obrero.

El contexto del intercambio de opiniones lo daba el hecho de que en Tucumán, además del importante ascenso obrero, se había dado un cambio en la dirección de la FOTIA. Aunque la mayor parte de esa dirección se burocratizó rápidamente, al calor de una numerosa vanguardia luchadora, a comienzos de 1965, la vieja burocracia fue barrida por esa nueva dirección que abrió la posibilidad de un desarrollo hacia el clasismo. Al mismo tiempo, hubo una división en el peronismo, y un partido neoperonista, Acción Provinciana, permitió que más de la mitad de sus candidatos fuesen obreros, principalmente de la FOTIA. El partido unificado FRIP-PO dio su apoyo, crítico, porque era un partido burgués, a las listas de AP, que salió primero en las elecciones legislativas. Entre los diputados provinciales electos que formaron el Bloque Obrero estaba Leandro Fote, surgido como candidato en asamblea del ingenio San José y públicamente conocido como trotskista.6

La caída de Illia

En junio de 1966, un golpe militar encabezado por el jefe del sector “azul” o “legalista” del Ejército, general Juan Carlos Onganía acabó prematuramente con el gobierno radical de “la tortuga”, como se le decía popularmente a Illia. La máxima preocupación de los sectores más importantes de la burguesía y de las fuerzas armadas seguía siendo que los trabajadores no reiniciaran un nuevo período de ascenso generalizado. Illia había jugado con fuego: alentó la división del peronismo, para avanzar hacia su institucionalización sin desequilibrar al régimen burgués, y apostando a que los radicales volverían a ganar las elecciones en 1967. Elucubraciones demasiado peligrosas, que le costaron su presidencia.

Los radicales lamentaron la destitución en bastante soledad. Desde Madrid, Perón calificó al golpe de “movimiento simpático” y pidió que “Dios quiera iluminar a Onganía y sus muchachos”, según lo publicó la revista Primera Plana el 30 de junio de 1966. Los cabecillas de la CGT hablaron de “gran responsabilidad” de los militares, y de “esperanza”. Sectores nacionalistas o de “izquierda” del peronismo barajaron expectativas en que Onganía fuese un “segundo Perón”. En el extremo opuesto, el PC habló de “golpe fascista”.

El PRT rechazó la capitulación a los golpistas por parte del peronismo, así como la definición de fascista, aunque la nueva dictadura inauguró su ciclo con la prohibición de las actividades políticas y el estado de sitio. El 29 de julio se produjo la célebre “noche de los bastones largos”, cuando la Policía Federal irrumpió en el edificio de Perú y Alsina de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, apaleó a docentes y estudiantes y se los llevó presos.

Nahuel Moreno redactó un texto poco después, que reflejaba las discusiones sobre la nueva situación en la dirección del PRT, que fue aprobado y publicado como folleto en septiembre de 1966. Se titulaba La lucha recién comienza. Es la primera vez que se lo reedita, como tercer texto integrante de este nuevo volumen de obras de Nahuel Moreno.

Acumulando experiencia en el movimiento obrero

Desde sus orígenes en la década del cuarenta, la corriente que fue construyendo Nahuel Moreno tuvo como orientación central desarrollarse en el seno del movimiento obrero. Sus jóvenes fundadores fueron aprendiendo y fogueándose en la vida cotidiana de las fábricas y los barrios obreros, acompañando las luchas, los pasos adelante y los retrocesos, para impulsar una política de independencia de clase.

En los textos que reeditamos se plasman más de veinte años de experiencia acumulada. La táctica del entrismo había permitido al MAO primero y luego a Palabra Obrera acompañar “desde adentro” de las fábricas, desde los cuerpos de delegados y las comisiones internas, a los obreros peronistas que protagonizaban la resistencia y la recuperación de los sindicatos y la CGT intervenidos.

Cuando asumió el gobierno radical en 1963 se abrió una nueva situación, con mayores márgenes de legalidad, pero en medio de una ofensiva patronal. Los trabajadores recuperaban la combatividad. En mayo de 1964 fue el pico del Plan de Lucha de la CGT, con las ocupaciones de fábricas. A lo largo de varias páginas de Argentina un país en crisis se desmenuzan las cuestiones a tener en cuenta para intervenir en aquellos fenómenos, con el eje de impulsar la organización de los trabajadores desde las bases, desde los cuerpos de delegados y comisiones internas. Se parte de las dos preguntas fundamentales: ¿cuál es la situación de la patronal? ¿Cuál es el ambiente entre los trabajadores? La ubicación de los militantes revolucionarios buscaba impulsar la organización desde abajo, con métodos democráticos y asamblearios, fortaleciendo la unidad y el desarrollo de los nuevos activistas antiburocráticos, que permitieran estar en la mejor relación de fuerzas para el caso de llegar al conflicto, a la huelga, y tratar de llevarla al triunfo.

Los vientos de la Revolución Cubana soplaban fuerte, así que por parte de Palabra Obrera era habitual polemizar contra los sectores de la izquierda que auspiciaban la creación del foco guerrillero rural, insistiendo en el papel protagónico de la clase obrera y la población urbana (abrumadoramente mayoritaria). Eso no impedía que Palabra Obrera y luego el PRT fuesen vanguardia en la defensa y solidaridad con Cuba Socialista. Y más aún, que impulsase una respuesta aguerrida por parte de los activistas en los conflictos de fábrica. A medida que se iba recuperando el movimiento obrero, y al calor del plan de lucha de la CGT, la corriente de Palabra Obrera estuvo a la vanguardia del nuevo fenómeno de la huelgas con ocupación de la fábrica, y luego con rehenes.

Al mismo tiempo se intervenía en un movimiento estudiantil cada vez más fortalecido, que se movilizaba contra el gobierno radical y luego lo siguió haciendo contra el onganiato.

En el 65 se fue sumando el vigoroso movimiento huelguístico de los trabajadores de los ingenios azucareros. Instalada la dictadura de Onganía, que contaba con la pasividad de la cúpula burocrática peronista y significaba una mayor represión, la conducción de Palabra Obrera, y luego junto con los compañeros del FRIP, la conducción del PRT, aconsejó importantes cambios en las tácticas de lucha. Se debía retomar los métodos más tradicionales de la huelga larga, “pacífica” (ninguna huelga lo es realmente), enfrentando de manera distinta a la patronal y el gobierno militar.

Para retomar previas experiencias de “huelgas a la antigua”, el texto se detiene en infinidad de consejos y posibles respuestas ante las más diversas situaciones. Pero siempre con el enfoque de la democracia obrera, la unidad desde las bases, la extensión de los conflictos, buscando su triunfo.

La lucha continúa

Ha pasado casi medio siglo, y estos textos son una sólida guía para el análisis del país, sus distintas etapas y situaciones, y con qué programa y distintas tácticas alentar las luchas políticas y sindicales. En la medida en que trasmiten experiencias prácticas y concretas de décadas anteriores, son una herramienta útil para las nuevas camadas de activistas y luchadores que quieren organizarse para enfrentar a las patronales y los gobiernos de turno, desarrollando un sindicalismo combativo y antiburocrático.

Sin pretender resumir o comentar la totalidad de los textos, vale la pena destacar el peso que tienen en ellos las tácticas unitarias de todo tipo, y en particular la insistencia en lograr la unidad de la izquierda o el frente único revolucionario, caminos importantes para avanzar hacia un partido revolucionario sólido.

Esta publicación pretende aportar a la gran asignatura pendiente de los trabajadores argentinos: superar definitivamente a la conducción burguesa y  burocrática peronista, que aunque cada vez más desgastada significa aún un poderoso escollo para avanzar en la independencia de clase y construir una dirección obrera y revolucionaria alternativa.

La Argentina, país con todo tipo de recursos naturales y humanos, sigue siendo una semicolonia en crisis y cada vez más decadente, presa de “una contradicción de hierro: no hay solución a la crisis estructural sin medidas revolucionarias aplicadas por un gobierno obrero”. Estas palabras de Nahuel Moreno en 1963 siguen válidas, y son un llamado a seguir la lucha por el triunfo de un nuevo tipo de gobierno, obrero y popular, para conquistar la Argentina Socialista.


 

 

1. Ernesto González (coordinador): El trotskismo obrero e internacionalista en la Argentina. Tomo 2 (1955-59), Antídoto, Buenos Aires,  pág. 278-81. El texto 1954, año clave del peronismo, que analizaba la ofensiva del imperialismo  yanqui sobre la Argentina ha sido reeditado en El golpe gorila de 1955, Ediciones El Socialista, 2012.

2. Hugo Blanco (1934) es el dirigente histórico de las luchas campesinas en Perú. Nacido en Cuzco, viajó a estudiar a La Plata, e ingresó a Palabra Obrera. Trabajó en fábrica y en 1958 volvió al Cuzco, donde dirigió las tomas de tierras de fines de los cincuenta y principio de los sesenta. Luego en 1963 fue apresado y condenado a muerte. Le salvó la vida una campaña muy fuerte en Perú e internacional. En 1971 fue amnistiado y salió al exilio; luego fue diputado constituyente y senador. En los setenta se había alejado de la organización morenista, y luego, también de la Cuarta Internacional, pero siguió siempre militando en las luchas campesinas y reivindicando al trotskismo. Véanse sus libros Tierra o muerte: las luchas campesinas en Perú (Siglo XX, México, 1972)  y Nosotros los indios (La Minga-Herramienta, 2010).

3. Entre la presión del guevarismo y la inexperiencia de los jóvenes que formaron el FIR (Frente de Izquierda Revolucionaria), en Lima se produjo una desviación militarista. En diciembre de 1961 y abril de 1962, se produjeron dos asaltos a bancos, que culminaron con la detención de sus autores, que fueron presos y brutamente torturados.

4. González, ya citado, Tomo 3, volumen 2, pág. 52.

5. Tomo 2, pág. 290.

6. En 1967 comenzó un debate dentro del PRT, en el cual Santucho comenzó a plantear una orientación hacia la guerrilla rural, que empalmaba con un giro en ese sentido del sector mandelista de la Cuarta reunificada. Se frustró la unidad, y en 1968 surgieron el PRT-La Verdad, que siguió la defensa del trotskismo ortodoxo encabezada por Moreno, y el PRT-El Combatiente, liderado por Santucho. Fote, que era originario de Palabra Obrera, quedó con éste. Fue “desaparecido” en 1976 en Tucumán.

* Mercedes Petit es militante trotskista, periodista e investigadora. En los años sesenta comenzó a militar en la corriente que encabezaba Nahuel Moreno (www.nahuelmoreno.org), con quien colaboró durante años en las tareas de elaboración teórica y propagandística. Después del golpe militar de 1976 compartieron el exilio en Colombia. Petit publicó Conceptos políticos elementales (en 1986, junto a Nahuel Moreno); Apuntes para la historia del trotskismo, en 2005 y Mujeres trabajadoras y marxismo, en 2009 (con Carmen Carrasco). Escribe en El Socialista y para la revista Correspondencia Internacional (www.uit-ci.org.ar)

Ediciones del Centro de Estudios Humanos y Sociales - CEHuS

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