La salida es no pagar la deuda

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la salida es no pagar la deudaEstamos en crisis. Cada día peor. Los salarios y las jubilaciones se siguen pulverizando. Comenzó una nueva oleada de despidos y suspensiones. Crece astronómicamente la pobreza. “Otra vez”, como tantas en los últimos 40 años. ¿Por qué? Nuestra respuesta es clarísima: se debe a que estamos encadenados al saqueo de la deuda externa. Se trata del principal mecanismo de expoliación imperialista sobre nuestro país. Una deuda ilegal, inmoral, fraudulenta y encima impagable. Que se agranda cual bola de nieve y cada vez nos hunde más.

Escribe José Castillo, candidato a Diputado Nacional por la Ciudad de Buenos Aires

Contraída por la dictadura genocida de Videla y Martínez Hoz –nunca nos cansaremos de subrayar esto que hoy todos quieren esconder- fue reconocida y pagada por absolutamente todos los gobiernos que se sucedieron desde 1983: Alfonsín, Menem, De la Rua, Duhalde, Néstor y Cristina Kirchner y ahora Macri. Para cumplir con los pulpos acreedores se ajustó en base al hambre y la miseria a nuestro pueblo y al final de cada mandato se debía más que al principio.

Siempre dijimos que era impagable. Tanto que varias veces los gobiernos entraron en “default” (cesación de pagos) al no poder siquiera pagar los vencimientos que se iban dando. Esto sucedió al final de la dictadura, cuando de los más de 40.000 millones de dólares de deuda externa que dejaron los militares, 16.000 ya estaban vencidos. Idéntica situación se dio con Alfonsín, que también dejó de pagar los vencimientos en abril de 1988. Y volvió a pasar en estos días, en que el ministro Lacunza anunció que la deuda de corto plazo, no sería abonada en tiempo y forma, pateando los vencimientos hacia el próximo gobierno (generando lo que se llama un default parcial y “técnico”).

Cuando fue distinto: el Argentinazo impuso el no pago

Tanto ahora como en 1982 y 1988 se dejó de pagar una parte de la deuda. Así, tanto la dictadura, como Alfonsín o actualmente Macri se “ahorraron” una porción de plata. Claro que lo hicieron vergonzantemente, porque no les quedó otra y destinando ese dinero a tratar de garantizar los negociados y las ganancias de “otros” pulpos financieros. Ni un peso fue a salario, empleo, educación o salud.

Pero hubo una vez que fue distinto. En 2001 el hambre, el desempleo y la miseria, producto de priorizar al máximo los pagos de deuda, había llegado a un punto límite.Y finalmente, el pueblo trabajador explotó. Millones se movilizaron y echaron al entonces presidente De la Rua y a su ministro Cavallo. Ese “argentinazo” (con ese nombre pasó a la historia) impuso el no pago. El propio presidente recién nombrado, Adolfo Rodríguez Saa, se vio obligado a proclamarlo desde el Congreso.

Esa enorme masa de dinero, que de otra manera hubiera ido a parar al barril sin fondo de la deuda fue la que se terminó utilizando, por la presión de las masas movilizadas, para que se tuvieran que otorgar dos millones de planes jefas y jefes de hogar en marzo de 2002. En los meses y años siguientes comenzó un proceso de reactivación y los trabajadores pudimos arrancarles aumentos salariales a los gobiernos primero de Duhalde y luego de Kirchner. Había plata disponible, justamente la que no se usó para pagar la deuda, hasta que Kirchner, su ministro Lavagna y su segundo Guillermo Nielsen, firmaron el canje de 2005 y así volvieron los pagos a los acreedores y al FMI que pocos años después otra vez nos hundirían en la crisis.

El kirchnerismo, que había llegado al poder con una deuda que no se estaba pagando de 190.000 millones de dólares, pagó desde ese momento en efectivo 200.000 millones (tal como reconoció la propia Cristina Kirchner), para terminar su mandato con un endeudamiento total de 240.000 millones. Por eso siempre lo denunciamos: el proclamado “desendeudamiento kirchnerista” fue una vulgar mentira.

El macrismo, por su parte, nos endeudó en otros 150.000 millones, dejando una deuda total superior a un PBI (más de 400.000 millones de dólares, todo lo que la Argentina produce en un año) y terminó entregándonos de pies y manos al FMI. Culmina su mandato dejando servidos un acuerdo con el Fondo donde se nos exigen metas de super-ajuste y con vencimientos inmediatos para los próximos tres años de 150.000 millones de dólares.

¿Cuál es la salida?

Tanto Macri como Alberto Fernández coinciden en que van a continuar con el FMI, “renegociando” o “reperfilando” el acuerdo. Ambos garantizan a los acreedores que les van a pagar el 100% de sus deudas. Desde el Frente de Izquierda Unidad somos clarísimos: ni la más mínima política de redistribución de la riqueza, aumento de salarios o jubilaciones o reactivación de la economía va a ser posible si seguimos sometidos a los dictados del Fondo y entregando miles de millones de dólares al barril sin fondo de la voracidad de los acreedores.

Sólo alimentaremos una deuda usurera al servicio de imponer reformas laborales y mayores ajustes al pueblo trabajador. Con las más terribles consecuencias en materia de salario, trabajo y miseria.

Por eso insistimos, la única salida es romper el acuerdo con el FMI y suspender inmediatamente todos los pagos en concepto de deuda externa. Para así, con esa plata, volcarla a resolver las más urgentes necesidades de salario, trabajo, educación, salud y vivienda.